lunes, 1 de febrero de 2021

1921: un carnaval confinado

El 14 de enero de 1921 se publicó en la Gaceta de Madrid, una Real Orden, firmada por el entonces ministro de Gobernación, Gabino Bugallal que decía:

"Próxima la celebración anual de la festividad popular del Carnaval, y habiendo sido numerosas las quejas elevadas en otras ocasiones, unas respecto a la forma de su celebración en cuanto se refiere al sitio que se destina a este fin, que hace que interrumpa la vida normal de las poblaciones por la desorganización del tráfico rodado, del acarreo de mercancías y de la libre circulación de peatones, y otras veces basadas en los desmanes cometidos por las máscaras en la vía pública; estimando fundadas dichas quejas y siendo conveniente dar a la diversión de que se trata un carácter más en armonía con la vida moderna y con la forma en que se celebra en otras poblaciones del extranjero,
S.M. el Rey (q.D.g.) se ha servido disponer, por las razones expuestas y teniendo en cuenta, además, el carácter de laborables que tienen tres de los cuatro días que dura la citada fiesta, que por el Director general de Seguridad en esta capital y por los Gobernadores civiles en las provincias, se dicten las órdenes que estimen oportunas a fin de que se interrumpa lo menos posible la vida normal de la población y se prohíba la circulación de máscaras con careta puesta por las vías públicas, órdenes que comunicarán igualmente a los Alcaldes de las poblaciones que, por su importancia o cualquier otra circunstancia, estimen conveniente, coordinando en lo posible el cumplimiento de esta disposición con las que contengan las Ordenanzas municipales de las respectivas localidades, pero sin que las de éstas ni las costumbres locales puedan prevalecer, por tratarse de una celebración de carácter general, estimando preferible la celebración de las fiestas en locales cerrados o en paseos o parajes susceptibles de ser acotados".

Cumpliendo lo ordenado, el gobernador civil de Cádiz, Javier Bores, dirigió una circular el 19 de enero a los ayuntamientos, comunicando la orden ministerial. 

Pocos días después, el alcalde de Cádiz, Francisco Clotet, tras reunirse con la Comisión de Fiestas del Ayuntamiento, envió un escrito, fechado el 25 de enero, al gobernador exponiendo que en años anteriores el Carnaval se había desarrollado “casi exclusivamente, en los alrededores del Mercado de la Libertad durante las horas de la mañana, por acudir a él las estudiantinas y comparsas para cantar las coplas autorizadas previamente y postular entre el público”, y que, por otra parte, la gente se concentraba “en la calle Duque de Tetuán y Duque de la Victoria y plaza de la Constitución, en el resto del día y hasta las doce de la noche, por situarse en ellas las sillas del Asilo Gaditano, y una banda de música, y celebrarse las tradicionales batallas de serpentinas y papelillos”, por lo que, tras explicar que los intentos por cambiar la fiesta a otros lugares habían fracasado, el ayuntamiento solicitaba lo siguiente:

“1. ° Que se permita la libre circulación de máscaras, sin careta ni desfigurarse el rostro, así como de las estudiantinas y comparsas en las mismas condiciones, pudiendo éstas cantar las coplas que por V. E. o por la Alcaldía se les autorice previamente, y postular, desde las primeras horas en los alrededores del Mercado y en todos los sitios públicos.

2. ° Que se consienta la colocación de sillas en las calles Duque de Tetuán y Duque de la Victoria, para permitir en ellas, y en la plaza de la Constitución, las batallas de serpentinas y papel picado, acotando o demarcando las expresadas calles por medio de anuncios o pasquines, y con individuos de la guardia municipal para que únicamente en ellas pueda celebrarse, en la forma, y con las prevenciones de costumbre, y sin que por ello se entorpezca el tránsito público, que podrá efectuarse perfectamente por las laterales de Cánovas del Castillo y Cervantes, por la de Isaac Peral y por los alrededores de la citada plaza,

3. ° El acotamiento de la calle Duque de Tetuán, por lo que respecta al tránsito de vehículos, solo tendrá lugar durante las horas desde las 16 hasta las 24; pudiendo durante el resto del día efectuarse por ella toda clase de tráfico, aunque es notorio que casi ninguno existe ordinariamente.

4.° Libre circulación por todas las calles, salvo la del Duque de Tetuán en las mencionadas horas, de toda clase de carruajes y caballerías”.

Terminaba el alcalde su escrito diciendo que con esas propuestas se cumplía lo establecido en la Real Orden, “no obstante lo cual V.E. resolverá”.

Y el gobernador Bores resolvió pronto, pues en escrito firmado al día siguiente, 26 de enero, comenzaba puntualizando que no era el propósito de la R.O., ni de la disposición por él enviada "prohibir el Carnaval, sino el de condicionarlo”, haciéndole compatible "con la vida normal de las poblaciones, puesto que las fiestas del Carnaval no se reducen al mero uso de un antifaz, sino que llevan consigo grandes aglomeraciones de gentes que en completa libertad de movimientos puedan circular o estacionarse, dentro de una autorización amplísima, mientras no cometan graves trasgresiones de la Ley o de la moral, y siempre fuera de las ordinarias prevenciones que limitan y condicionan el tránsito y la conducta de las personas por las vías y en los sitios públicos", por lo que no encontraba forma de acceder a la propuesta municipal, insistiendo en que consideraba que si autorizaba lo solicitado, "con la sola prohibición del antifaz, en el extenso radio de la ciudad", habría "grave riesgo para el orden público, a no ser que al mismo tiempo se prohibiera la venta de caretas", lo que no se debía hacer para no restar la libertad de quienes quisieran llevarlas a "los bailes en locales cerrados".

Por lo tanto, concluía que había que "atenerse a la letra y al espíritu de la Real Orden", sin privar "al pueblo de Cádiz de gozar da la fiesta de Carnaval", lo que no consideraba prudente, incluyendo, además un argumento económico, ya que pretendía armonizar el cumplimiento de la R.O, con el derecho de "muchos industriales del lucro de su trabajo y los rendimientos de industrias lícitas y acostumbradas", por lo que estableció el Carnaval se celebrara, según él, "con completa libertad", permitiendo "disfraz y careta" y "fiestas de máscaras", durante el día, "en parajes acotados del Campo del Sur, Alameda de Apodaca, Parque y sus alrededores", y durante la noche en "cuantos lugares cerrados pueda haber bailes de máscaras, sin otras limitaciones que las corrientes y ordinarias aconsejadas por la moral, la higiene y la policía de las costumbres en todo pueblo civilizado"; y sobre las comparsas, delegaba en el alcalde "la previa censura de las coplas".

De cómo se celebró el Carnaval ese año, con protestas por las restricciones, hasta el extremo que el gobernador tuvo que ceder y permitir un martes de Carnaval con mayor libertad, da cuenta Felipe Barbosa en un interesante artículo publicado, hoy mismo, en Diario de Cádiz.




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