El martes 13 de agosto de 1942, don José García Harana, acompañado de 
sus hijos Manuel y Miguel, entró en el Despacho de Vinos de Barón, en la
 calle Feduchy de Cádiz, para hacerse cargo de la tienda especializada 
en los caldos sanluqueños. Su hijo Miguel, de unos 14 años, compaginó 
durante cierto tiempo el trabajo en una entidad bancaria en El Puerto de
 Santa María, con la colaboración con su padre y hermano en la marcha 
del despacho de vinos, hasta que poco después de la explosión de Cádiz 
de agosto de 1947, sin que hubiera apenas cumplido los años que entonces
 se requerían,  oficialmente, para ser declarado mayor de edad tuvo que 
sustituir a su padre al frente del despacho de vinos. Unos años después,
 Miguel García Gómez compró el negocio de vinos a los herederos de 
Barón, fundando, en 1955, la taberna La Manzanilla.
Desde siempre, pero sobre todo desde que Miguel García Gómez, 
don Miguel, se hizo cargo de La Manzanilla, su taberna cumplió y cumple 
los cánones de la excelencia tabernaria, al saber interpretar su taberna
 como un lugar privado y público al mismo tiempo, en el que juega un 
papel esencial el tabernero que, por una parte se preocupa por mantener 
la calidad y peculiaridad de los vinos que ofrece -de Sanlúcar y sólo 
manzanilla y amontillados sanluqueños cuidados, mimados, en sus propios 
barriles-, como de procurar un espacio cómodo y atractivo para todo tipo
 de reuniones, para todo tipo de contertulios y parroquianos de la 
taberna. Una buena taberna, y La Manzanilla lo ha sido siempre, no 
realiza distinciones de clase, es una reunión de iguales en la que los 
habituales, y los visitantes casuales, encuentran una atmósfera en la 
que se complacen, un lugar que excluye toda ceremonia o urbanidad 
exagerada, mientras degustan un vino, una manzanilla, de calidad 
contrastada.
La taberna La Manzanilla, famosa entre otras razones por servir,
 sólo, con cada copa de manzanilla, dos aceitunas, es un lugar dónde se 
cuida, se mima el vino. A la hora de trasegar, todo un ritual de amor al
 excelente vino sanluqueño se desborda por la taberna. Y llegado el 
momento de degustar los caldos, en la taberna La Manzanilla se puede 
seguir, casi como en ningún otro local de Cádiz y de la propia Sanlúcar,
 un ceremonial iniciático que lleva a conocer las diferentes variedades 
de la manzanilla: fina, olorosa, pasada o madura, amontillado fino y 
amontillado viejo, verdadera estrella de la casa.  
Jubilado en 1992 don Miguel, se hizo cargo de la taberna su hijo
 José García Romero, Pepe, un enamorado del mundo de las tabernas y de 
los buenos vinos sanluqueños que ha sabido mantener la excelencia 
impuesta por su padre y que, incluso, ha recuperado las tradicionales 
cañas para servir la manzanilla. Hace poco, cuando se han cumplido 
setenta años de la familia en la taberna, Pepe ha visto nacer a su hijo 
Pepe Miguel, la cuarta generación de una saga entregada a cuidar la 
manzanilla de Sanlúcar.
Publicado en Diario de Cádiz, 13 de octubre de 2012. 

 
1 comentario:
Gran artículo y gran entrada, que los aficionados y simpatizantes del vino agradecemos.
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