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lunes, 3 de septiembre de 2018

En el museo de Cádiz, bien acompañado

Cuando mis hijas mayores, Silvia y Elena, fueron cumpliendo seis o siete años comencé a llevarlas a visitar monumentos y museos de Cádiz para que fueran conociendo el patrimonio histórico y artístico, excursiones a las que, a veces, venía alguna prima o amiga. Los paseos y visitas a museos los repetí, años después, con Marieta y Alberto y algún que otro sobrino.

Ahora tocan los nietos, y ayer comenzó el ciclo con Abel, Ainhoa y Lucía, aunque con el mayor ya había realizado un par de visitas los dos solos.

En la foto, en el Museo de Cádiz, observando a Livia y a sus nietos Germánico y Druso.

viernes, 29 de enero de 2016

Regreso a Valvatida

Ya conté en una entrada anterior que, desde que los conocí en el Parador de Buenos Aires, me gusta la cocina de Jesús Recio. Tenía ganas de volver a Valvatida (calle Juan Relinque 3, en Vejer de la Frontera), y lo hicimos hace unos días.

Con respecto a la comida anterior, la carta ha cambiado mucho, pero el resultado sigue siendo muy provechoso.

Empezamos con la Ensalada Valvatida, que lleva espinacas, bacon, cacahuetes..., y un aliño perfecto.

Seguimos con un salmorejo con pluma curada, suave y delicioso (no hay foto); después tataky de atún rojo de almadraba, excelente.

Llegaron después el plato que le gustó a Abel, La Felicidad, y unas hamburguesitas de la carnicería de Paco Melero, jugosas y en su punto (no hay foto).

Y, a continuación, uno de los platos que más nos gustó a todos, una deliciosa pasta marina con gambón, pulpo y algas, una maravilla de sabores combinados con sencillez.

Y unas riquísimas croquetas de lomo en manteca.


Todavía pudimos catar un trozo de rico chuletón de retinto en su punto (no hay foto) y un choco la plancha, perfecto de punto, con arroz salteado, otra delicia.

De postre, algunos, probaron la tarta de queso y un milhojas de torta de aceite con queso mascarpone.

Una excelente comida, en un ambiente agradable y un muy buen servicio. 


martes, 26 de enero de 2016

La felicidad

La felicidad es, según Jesús Recio, el estupendo cocinero de Valvatida, en Vejer de la Frontera, un par de huevos de campo, con patatas salteadas con romero y salchichas de ternera de La Janda.

Abel, está de acuerdo.

domingo, 25 de agosto de 2013

Con Abel, en el Museo

Hace tiempo, cuando mis hijos iban cumpliendo cinco o seis años, les iba explicando detalles y anécdotas de la historia de España y la de Cádiz, les contaba, por ejemplo, el por qué de los cañones en las esquinas, o la razón de algunos nombres de las calles, y visité, con Silvia, Elena, Marieta y Alberto, en distintos momentos, los museos y monumentos de Cádiz.

Repetir hoy la visita con mi nieto Abel -cuatro años-, los dos solos, al Oratorio de San Felipe y al Museo de las Cortes, explicarle algunas cosas y responder a sus múltiples preguntas, ha sido fantástico.


 

sábado, 9 de febrero de 2013

ALA


Cuando te dicen que va a nacer el primero, sonríes, pones cara de póker y, en cuanto hay un momento, sin que nadie se dé cuenta, vas y te miras en un espejo. Hace años lo aprendí -lo de mirarte en un espejo-, desde que leí una entrevista con Peter O´ Toole que lo recomendaba con viveza. Sirve para darte cuenta de cuál es la realidad en la que estás inmerso, para reconocerte y para conocerte. Y yo lo hice, durante varios minutos, cuando me anunciaron, por primera vez, que iba a ser abuelo. Ese día también recordé una vieja lección de historia, la que habla sobre la esperanza de vida y sobre la relatividad de la edad en función de la época vivida. Y, en función de esa relatividad, la conclusión decía que yo era joven para ser abuelo.

El asunto es que la teoría de la relatividad -no la de Einstein, la de la edad en la historia-, se fue confirmando a medida que el primer nieto iba creciendo y pidiendo al abuelo que jugara con él, juegos, exigencia de juegos, a los que contribuían sus tíos, dos adolescentes que enredaban tanto, o más. Después llegó otro nieto, en este caso una niña, e inmediatamente otra, la segunda nieta, en total tres. A partir de ahí, si no lo has asumido antes, no te queda más remedio. Al fin y al cabo, son tres consecuencias de tu propia vida. Pero cuando ellos, ajenos al mundo y al tiempo al que han venido, juegan, corren, sonríen, lloran, exigen, protestan, besan, abrazan, sueñan, se quejan, te regalan lo que tienen, se dejan querer, en suma, te recuerdan que están ahí, en su mundo y en el tuyo, en tu vida, lo asumes con optimismo, con felicidad.

No creo, como he escuchado decir, que a un nieto se le quiera más que a un hijo. Como no creo que a un hijo se le quiera más que a la propia pareja. Son cariños distintos, diferentes, no comparables. Los nietos son seres especiales, a los que se les envuelve en una atmósfera diferente, difícilmente calificable. A veces te hacen recordar tu momento presente, tus debilidades y tus fortalezas, tus defectos y tus virtudes. Otras veces te devuelven momentos de la propia juventud, te trasladan al pasado, tanto a momentos dichosos, como difíciles. Pero siempre tienen la virtud de recrearse en sí mismos, y de recrearte, sin olvidar tus circunstancias, por que, finalmente, te envuelven siempre en una atmósfera idílica. Abel nació un 1 de diciembre, Ainhoa un 6 de febrero y Lucía un 7 de abril. Los tres son ALA.
Publicado en Diario de Cádiz, 9 de febrero de 2013.