Desde el establecimiento del Estado de
Israel en 1948, tanto la Asamblea General como el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas han adoptado resoluciones que afectan al estado israelí,
resoluciones, casi siempre, de advertencia o condena a acciones de sus
diferentes gobiernos, resoluciones que, sistemáticamente, ignoran, con el apoyo de Estados Unidos, pese a
los conflictos, guerras y violaciones de los derechos humanos cometidas por
Israel desobedeciendo las resoluciones de la ONU.
La
primera resolución incumplida es, incluso, anterior a la existencia del estado
de Israel. Se trata de la resolución 181 de la Asamblea General, de noviembre de
1947, que establecía el Plan de Partición sobre el futuro gobierno de Oriente
Medio y la formación en Palestina de sendos estados árabe y judío
independientes, y un régimen internacional especial para Jerusalén. Después de
esta podríamos recordar, entre muchas, resoluciones de 1948 sobre la asistencia
a los refugiados palestinos; de 1967 declarando inadmisible la expansión territorial de Israel mediante la
guerra y pidiendo la retirada israelí de los territorios ocupados; la
resolución 33/71 de 14 de diciembre de 1978, en la que se denuncia el empleo
por parte de Israel de bombas de fragmentación contra campos de refugiados y
objetivos civiles y concluye solicitando a los Estados de las Naciones Unidas,
sin excepción, que no suministren armamento a Israel; la 446 del Consejo de
Seguridad, de 1979, que recuerda la ilegalidad de los asentamientos iniciados
diez años antes y afirma que constituyen un serio obstáculo para la consecución de
una paz justa, global y duradera en Oriente Medio; la 471, también del Consejo
de Seguridad, de 1980, en la que se denuncian los crímenes contra la población
civil árabe, a la que siguió la resolución de la Asamblea General, de 24 de
septiembre de 1982, que recordaba hasta cinco resoluciones del Consejo de
Seguridad del mismo año, condenando la masacre de civiles palestinos; o, por no
seguir, la resolución 799 del Consejo de Seguridad, de 1992, sobre el retorno
de los palestinos expulsados por Israel, denunciando la violación de la legislación internacional, y que recuerda y confirma
varias resoluciones votadas entre 1988 y 1992, todas ellas relativas a la
violación de la Convención de Ginebra y de otros acuerdos internacionales sobre
de salvaguarda de los derechos humanos y políticos por parte de Israel.
Sin
embargo, el desprecio e incumplimiento por parte de Israel de todas las
resoluciones, no han supuesto ninguna consecuencia para el infractor, que
siempre se ha sentido respaldado por los Estados Unidos, país que, además, ha
vetado muchas otras resoluciones contra su socio y protegido. La consecuencia
no ha sido otra más que la pérdida de valor de los acuerdos tomados por las
Naciones Unidas, prácticamente, desde que inició su andadura, dejándola
inservible. Para ratificarlo tenemos, desde hace varios años, las propuestas planteadas
por Estados Unidos de archivar resoluciones que afectan a Oriente Medio por
considerarlas antiguas, comenzando por la resolución 181 de 1947.
La
conclusión es evidente. La ONU es una comedia bufa.
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