Cádiz sigue perdiendo población, una tendencia que ha llevado a la ciudad de algo más de 155.000 habitantes a mediados de los años noventa del siglo pasado, a un censo de 116.979 habitantes, lo que supone una pérdida, en el año 2017, de 1.069 individuos, según los últimos datos del INE.
Y, como es habitual, tras conocerse los datos, los grupos políticos se cruzan acusaciones, sobre quién es responsable, y quién debe corregir la tendencia descendente. Aunque eso sí, en las declaraciones de quienes han gobernado y gobiernan ahora la ciudad, hay un matiz destacable. Cuando el PP mandaba en la ciudad, se negaba la evidencia y acusaban a los que elaboraban el censo de
equivocarse y perjudicar a la ciudad. Los que rigen el ayuntamiento en la actualidad no niegan lo que es evidente.
La realidad es que ni el gobierno municipal del PP, ni el actual de Podemos y Ganar Cádiz, han podido frenar la sangría poblacional, y, en medio del cruce habitual de acusaciones, todos saben la solución, todos conocen la teoría -hay que cambiar el modelo productivo y poner en el mercado viviendas más baratas-, pero, por lo que se ve, ninguno sabe aplicarla.
Cádiz pierde población debido a la falta de trabajo, ciertamente, pero da la impresión de que la causa fundamental es el precio de la vivienda. Se podría trabajar en otra ciudad y vivir en Cádiz, pero también hay mucha gente que, trabajando en Cádiz, vive en otras poblaciones de la bahía donde los pisos son más baratos.
El mercado inmobiliario gaditano es muy caro, y lo seguirá siendo mientras haya inversores, mayoritariamente ajenos a la ciudad, que sigan comprando edificios y pisos para convertirlos en apartamentos turísticos o en residencias vacacionales. Hay que decirlo con claridad, Cádiz ha entrado en la órbita de la gentrificación, y si para algunos -para los que especulan con los inmuebles- eso es bueno, para los que quieren comprar una residencia permanente en Cádiz, no lo es.
El problema -y el debate- está ahí, habría que abordarlo cuanto antes.