Cuando mis hijas mayores, Silvia y Elena, fueron cumpliendo seis o siete años comencé a llevarlas a visitar monumentos y museos de Cádiz para que fueran conociendo el patrimonio histórico y artístico, excursiones a las que, a veces, venía alguna prima o amiga. Los paseos y visitas a museos los repetí, años después, con Marieta y Alberto y algún que otro sobrino.
Ahora tocan los nietos, y ayer comenzó el ciclo con Abel, Ainhoa y Lucía, aunque con el mayor ya había realizado un par de visitas los dos solos.
En la foto, en el Museo de Cádiz, observando a Livia y a sus nietos Germánico y Druso.
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