miércoles, 6 de abril de 2016

El cuarto poder


Atribuyen a Edmundo Burke la calificación de la prensa como "el cuarto poder", en alusión a su importancia en la formación de la opinión pública. Posiblemente por eso, por apreciarse como un cuarto poder, los primeros poderes, sobre todo el ejecutivo, ha tenido cierta tendencia a controlarlo, a dictarle los contenidos.

Se equivoca el alcalde de Cádiz al tratar de emprender una batalla contra la prensa, aunque considere -está en su derecho- que lo que se publica no le beneficia, que le desprestigia, incluso aunque piense que no son ciertas algunas noticias que le afectan.

No cabe duda de que la elección de las noticias y el tratamiento de las mismas, por algunos medios, no son ejercicios asépticos, no son actos inocentes, pero eso no es excusa para intentar influir en los medios, puesto que lo que en mayor medida distorsiona la libertad de expresión es pretender que el "cuarto poder" forme parte del PODER.

Desde el decreto de libertad de imprenta de 10 de noviembre de 1810, se entendió que 
la información solo tiene razón de ser por su función social. Por eso el derecho a la información y el deber de informar debería estar por encima de cualquier directriz política, ya que si no es así, no es información, es manipulación. Pero si el poder político no debe tener prerrogativas sobre la información, sería deseable que tampoco las empresas periodísticas tuvieran el poder y la capacidad de pervertir la información.

En su defensa, la empresa periodística puede aludir al derecho a la línea editorial -de la que ya dijo Mariano José de Larra que era la nueva estrategia de la censura-, pero, en cualquier caso, es un mal menor comparado con el control de la información por parte del poder político, por eso, insisto, es preferible soportar una línea editorial que no nos guste, que perder el derecho a la libertad de expresión.

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