Años estudiando el ambiente del Cádiz de las Cortes, y hasta hoy no me he enterado que Fransquita Larrea y Margarita López de Morla eran amigas y compartían, en las tertulias, la amistad de Agustín de Argüelles.
Se lo he escuchado contar hoy, delante de la casa de los Aramburu, en la calle Veedor 3, a un guía turístico que ampliaba el disparate cuando, con cierta dosis de suspense, añadió que habría que tirar de ese hilo para averiguar cuántos temas debatidos en la tertulia entre las dos amigas, Frasquita y Margarita, con Argüelles, se aprobarían luego en el Oratorio, sede de las Cortes.
Es complicado, pero habría que tomar medidas. No se puede permitir que gente mal documentada guíe a un grupo de turistas reinventando la historia de la ciudad, según el disparate que a cada uno se le ocurra. Pese a lo que mil veces se ha explicado, siguen contando que la tortilla a la francesa se inventó en Cádiz por la falta de patatas, que José Bonaparte era un borracho o, como hoy, que Frasquita y Margarita eran íntimas amigas.
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