Si en la anterior entrada señalaba carencias en el estado del patrimonio gaditano, y de su conocimiento, conviene aclarar el posicionamiento del que partimos para hacer la crítica.
Desde hace décadas,
casi desde la consolidación de la transición de la dictadura franquista a la
democracia, la sociedad española, con libertad para decidir, sin cortapisas
impuestas por controles políticos y morales caducos, ha cambiado su forma de
disfrutar del tiempo libre, sus hábitos de ocio y
disfrute de la cultura y, como consecuencia de ello, se han
desarrollado nuevos modelos de difusión de la cultura y el patrimonio, de su
interpretación, que facilitan su conocimiento y la aprehensión de su valor
social.
Pero de lo que se trata es de hacerlo bien, de interpretar y difundir el
patrimonio cultural y natural correctamente, sin errores y sin exageraciones
que falseen la realidad histórica. Interpretar para facilitar el conocimiento,
dinamizar y difundir para reforzar la valoración social del patrimonio común
como algo propio, de cada uno y de todos al mismo tiempo.
Por eso, partiendo de la realidad patrimonial, del patrimonio
existente, hay que interpretar para propiciar la comprensión y sensibilizar,
para darle valor y uso social. Cualquier monumento, cualquier paisaje natural, cualquier
testimonio histórico, debe ser vivido, sentido, por el ciudadano, y para ello
hay que mostrarlo de forma amena y, sin pérdida de rigor, ponerlo al alcance de
todos. Hay que lograr que el patrimonio se entienda como una experiencia
personal, propia, nunca ajena, se trata en definitiva, de revelar
el sentido de la realidad histórico-artística y del medio natural, de provocar
sensaciones, emociones y facilitar lecturas personales, que no se alejen de la
realidad. Y para eso hay que insistir en la necesidad de la investigación rigurosa del patrimonio, huyendo del error y de la
frivolidad, de intentar aparentar lo que nunca fue y nunca seremos. El conocimiento
real del patrimonio material e inmaterial de Cádiz, de su valor intangible, es lo que en mayor
medida puede ayudar a entender y valorar la ciudad, a asumir como propio su
estado de ánimo, el alma de la ciudad.
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