Cuando, en marzo de 2008, el ayuntamiento gaditano comenzó a colocar unas banderolas de colores por las calles de la ciudad -taladrando fachadas de piedra ostionera o mármol, atornillándolas en edificios del siglo XVIII o en
palacios declarados Bien de Interés Cultural-, para explicar qué iba a ser el 2012, anunció que este año nos traería infraestructuras, actividades culturales, intercambio entre países, rehabilitación, encuentros, debate social..., pero se olvidó incluir que el 2012 también sería un bocadillo, un 2012 para comérselo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario