“Gobernar es imitar a Francisco Camps” es una frase del presidente del PP andaluz, Javier Arenas, de la que ahora, imagino, debe estar bastante arrepentido. Arenas, que es hombre de frases lapidarias que repite como latiguillos, la pronunció durante la clausura de la convención nacional del PP en Sevilla hace casi un año, cuando en un contexto exaltado, propio de actos de partido, había resaltado la austeridad como forma de gobernar –“gobernar no es gastar más, si no, gastar mejor”, dijo también-, para después soltar la perla sobre Camps.
Es conocido que las frases de apoyo de Arenas al expresidente de la comunidad valenciana fueron en un contexto generalizado de apoyos del PP a Camps. Por esas fechas Esperanza Aguirre decía “pongo la mano en el fuego por Camps. Es un hombre honradísimo”, y, antes, Mariano Rajoy le dijo, en un mitin en la plaza de toros de Valencia, “estaré detrás de ti, o delante, o a un lado” y después que Camps era “el más honorable de todos los valencianos”. Son palabras habituales de dirigentes apoyando a miembros y cargos, más o menos destacados, de su partido; recuerden las frases de respaldo de González a Luis Roldán, y como terminó el exdirector general de la Guardia Civil.
Francisco Camps está siendo juzgado por el caso Gurtel. Pero, con ser importante, lo de los trajes solo es una mínima muestra de cómo no se debe gobernar, a tenor de los resultados de una gestión que ha colocado a la Comunidad Valenciana como una de las autonomías más endeudadas del país. Hay que recordar que durante su mandato, y control del PP valenciano, se arruinó Caja Mediterráneo, cuyo saneamiento ha costado más de cinco mil millones de euros; que se pagaron quince millones de euros a Calatrava por diseñar unos edificios que no se construyeron; que la red Gurtel facturó catorce millones de euros a la Generalitat; incluso que Undargarín facturó otros tres millones y medio, entre otros dispendios de gestión. Y el resultado de todo ello es que esta semana el gobierno valenciano ha estado a punto de la quiebra por el impago de una deuda, teniendo que acudir al rescate el Gobierno español. E inmediatamente hemos conocido que, al final, como siempre, quienes pagarán las consecuencias de tal desgobierno serán los trabajadores, principalmente los más débiles, los interinos, a los que les reducirán la jornada laboral y el salario, que se paraliza el reconocimiento y se reduce al 50% el pago de sexenios al personal de Educación, que los contratos a docentes solo durarán lo que el curso escolar, que se reduce, en Sanidad, al 50% el desarrollo de la carrera profesional, etc.
Esta es la consecuencia de gobernar al estilo Camps. Por eso imagino que Arenas habrá retirado ya lo de “gobernar es imitar a Francisco Camps”, pero espero que mantenga aquella otra, también lapidaria, que declaró a El Mundo: “Los derrochadores que dejan en quiebra lo que gobiernan deberían ser juzgados”.
Publicado en Diario de Cádiz, 7 de enero de 2012.
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