sábado, 30 de julio de 2011

Patrimonios de la humanidad

La capital de Suiza, Berna, y la población mexicana de Tlacotalpan sólo tienen, en principio, en común que ambas son ciudades definidas por un río. El Aar en el caso de la población helvética, el Papaloapan en la mexicana. Pero tienen además en común que ambas han sido declaradas por la UNESCO "patrimonio de la humanidad": en 1983 lo consiguió Berna, quince años después Tlacotalpan.


Berna es una hermosa ciudad de unos 140.000 habitantes, con un impresionante casco histórico construido en un meandro del río Aar. Una ciudad medieval muy bien conservada, que se une a la ciudad moderna a través de las Bubenbergplazt y Bahnhofplazt, unidas a su vez por una moderna y atractiva cubierta de acero y cristal que cobija un gran centro de comunicaciones (ferrocarril, metro, autobuses, tranvías…) Posiblemente la mejor forma de llegar a Berna es en ferrocarril, pues, al salir de la estación, se accede casi directamente a la ciudad histórica.


Para llegar a Tlacotalpan, que apenas supera los 8.000 habitantes, hay que recorrer una estrecha carretera trazada entre ríos -el Papaloapan y dos afluentes-, para desembocar en una pequeña ciudad caracterizada por un trazado urbano rectilíneo, con edificios de una sola planta -en algunos casos dos- pintados de vivos colores.

Ciudad administrativa, universitaria y turística la primera, pesquera, artesanal y musical la segunda, ambas son un auténtico placer estético para el visitante, que puede pasear por sus calles admirando edificios muy bien conservados, cuidados con orgullo y casi con mimo por sus habitantes, como ha ocurrido con Tlacotalpan que en el año 2010 sufrió dos inundaciones, una de ellas con aguas que superaron el metro y medio de altura, y que, pocos meses después, volvía a lucir en todo su esplendor gracias al trabajo personal de sus vecinos y a la ayuda económica de la administración.

Y es que, además de la belleza de sus conjuntos históricos, de la limpieza de sus calles -qué difícil encontrar papeles en el suelo-, y de las facilidades al paseante frente al tráfico rodado, ambas poblaciones destacan por el carácter de sus habitantes, orgullosos de sus ciudades, concienciados de la importancia de cuidarlas, de mantener su aspecto y sus tradiciones. Paseando por las calles de Tlacotalpan y de Berna, admirando el cromatismo de las fachadas mexicanas, o las fuentes y soportales de la capital suiza, terminas pensando qué difícil es que Cádiz sea reconocida como patrimonio de la humanidad; pese a su fantástico casco histórico dieciochesco y decimonónico, pese su cuidado trazado urbano. Mientras que sus habitantes no dejen de ensuciar sus calles y fachadas, mientras que no se respeten las zonas peatonales, mientras que los gaditanos no tomen conciencia de que hay que cuidar la ciudad, difícilmente se logrará el reconocimiento de la UNESCO.
Publicado en Diario de Cádiz, 30 de julio de 2011

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