Foto de Diario de Cádiz
Un año más, me tocó hacer la glosa de los méritos del ganador del Baluarte, y esto fue lo que dije:
Como
presidente del jurado que otorga el premio Baluarte de la Fundación CRUZCAMPO,
en más de una ocasión me han preguntado si el Baluarte es el Óscar del carnaval,
y siempre respondía que no, que el Baluarte es mucho más, ya que el Óscar lo
dan por una película, el Baluarte por una trayectoria, por toda una obra
carnavalesca, por eso me parece acertada la expresión de Mirian Peralta al
calificarlo “Óscar honorífico”, pues ese Óscar, como el Baluarte premia la vida
carnavalesca de quienes lo han conseguido.
El Baluarte es el premio a una
trayectoria, ligada, hasta ahora, a la copla carnavalesca, a la música y las
letras. A veces se establecen tipologías de las coplas del Carnaval en Cádiz,
en función del contenido y la intención del autor o autores, una clasificación
que incluye, habitualmente, el piropo a la ciudad, el humor y la crítica social.
De todo esto sabe
mucho nuestro nuevo Baluarte del Carnaval, Antonio Martínez Ares, que nació en Cádiz en febrero
de 1967, precisamente el año en el que el ayuntamiento presidio por José León
de Carranza decidió no celebrar la fiesta en febrero y pasarla a mayo.
Podríamos hablar de muchas facetas de Antonio, como cantautor y músico
reconocido –con composiciones que han cantado Pasión Vega, Pastora Soler,
Raphael, Lolita…, o música de cine, como escritor…
Pero estamos
aquí para recordar las razones por las que el jurado decidió concederle el
Baluarte del Carnaval, premio a una trayectoria iniciada en 1984, con
Requiebro, interrumpida en el 2004, y retomada en 2016 con Los Cobardes,
-aunque hay que recordar que fue pregonero del Carnaval de Cádiz en el año 2008.
Y una trayectoria que, salvo en cinco ocasiones, siempre le ha llevado a la
final.
Decía Bartolomé
Llompart que las coplas del Carnaval son periodismo cantado, pero, en mi
opinión, son algo más, es un anuario, un resumen anual de acontecimientos y
opiniones. Por eso relatan y critican las crisis económicas, el desempleo y la
emigración, se comentan asuntos de la política local, regional, nacional e
internacional, se clama contra la injusticia, se denuncia la corrupción… Y todo
ello adornado con recursos poéticos y giros retóricos, con el dominio de
eufemismo, del doble sentido y los juegos de palabras.
El objetivo del
carnaval es la crítica moral y social. Las coplas expresan indignación y zahieren
a quienes transgreden los códigos morales y las normas de convivencia. La
crítica cantada, sirve para poner las cosas y a los individuos en su sitio,
para señalar a los sinvergüenzas, para apoyar a los débiles, las coplas son
vehículos de compromiso con los demás, con los más débiles, con los oprimidos,
ridiculizando a los opresores.
Todo ello lo domina Antonio Martínez Ares que, además, es un consumado autor del piropo a Cádiz, una expresión amorosa que no oculta el espíritu crítico con la ciudad y sus gentes, cuando es necesario, que muchas veces lo es.
Como dije antes, todo empezó con Requiebro (1984). Un chaval de 17 años saca su primera comparsa cantando a su ciudad y se mete en la final, consiguiendo el sexto puesto.
Al año siguiente Zombies (1985), el tipo inspirado en el videoclip Thriller de Michael Jackson, se quedó en semifinales, como ocurrió con De locura (1986).
En 1987, el primer giro de Martínez Ares con Esto es Carnaval, una búsqueda de lo clásico, de la sencillez, que le otorga el cuarto puesto. Igual que ocurrió con Entre tus brazos (1988), mientras que los gatos de Con uñas y dientes (1989), se quedaron en semifinales.
Muchos
aficionados consideran que Sonri-sillas (1990), pese a que no llegó a la
final, supone el inicio de la consolidación de Martínez Ares en la comparsa,
por sus pasodobles, musicalidad y puesta en escena. Ya con Calabazas (1991),
logra el segundo premio, seguramente gracias a los pasodobles, como aquel
dedicado a lo que Cádiz había perdido con el paso del tiempo, o aquel otro en
que denunciaba el daño de la droga entre la juventud. Con Do re mi fa soleando (1992), comparsa que destacó por
su puesta en escena, obtiene un cuarto premio.
Y llegamos a Los
Miserables (1993), su primer premio, no exento de polémica por el pasodoble
que trataba el debate sobre el aborto, en el que criticaba al papa. Al año
siguiente, La Ventolera (1994),
nuevo primer premio, con un tipo de veletas que defendían Cádiz.
En 1995, El
Brujo, un homenaje a Paco Alba cuando se iban a cumplir 20 años de su
muerte. Una comparsa espectacular, que quedó en segundo lugar, en una batalla
de coplas muy reñida con Charrúas, obra
de otros dos baluartes, Quiñones y Pepito Martínez. Lo recuerdo bien, yo era el
presidente del jurado, como fue inolvidable el pasodoble en el que denunciaba
el fraude del envío de carne al Tercer Mundo.
Con La
Trinchera (1996) logra un primer
premio para los defensores de Cádiz, mientras que, en la misma línea, los
fogoneros de El Vapor (1997), los fogoneros intentaban reavivar a la
ciudad; obtuvieron el segundo premio.
En 1998, Los Piratas, otro primer
premio. Para muchos, la mejor comparsa de Antonio y una de las mejores del
Carnaval gaditano. Para la memoria de las coplas, su “Con permiso buenas
tardes…”, tremendo alegato contra la violencia machista.
Al año
siguiente, tercer premio para Los Templarios, caballeros que en sus escudos representaban la defensa de Cádiz
a través de imágenes de la ciudad. Y en 2000, La Milagrosa, buhoneros que
no lograron entrar en la final, posiblemente por la dificultad de captar el
repertorio autocrítico de Martínez Ares.
En 2001, La Niña de mis Ojos, otro
primer premio para unos ciegos que se enamoran de Cádiz. Mientras que con La
Revolución (2002), los cubanos quedaron en el segundo puesto, a un solo punto
del primero, en una final muy reñida.
Las calles de
Cádiz, que siempre conducen a la mar, son el argumento de Calle de la Mar
(2003), comparsa que cierra la primera etapa con un tercer premio.
En 2016 Antonio regresa con Los Cobardes (2016), un
primer premio para unos camaleones que daban la cara ante las críticas. La
Eternidad (2017), es un tipo mejicano, de catrinas, para lograr el segundo
puesto, donde destacaba un pasodoble homenaje a varias decenas de comparsas recordando
un verso conocido de cada una de ellas.
Y, finalmente,
este año, El perro andalú (2018), una reivindicación andaluza que le
proporciona el cuarto premio, en un concurso muy reñido.
Hay
quien opina que no son demasiadas agrupaciones, 23
si no me equivoco, sin embargo, son suficientes para que se le considere uno de
los grandes, con comparsas sorprendentes por la musicalidad, los temas sociales
comprometidos y las puestas en escena muy cuidadas. Lo cierto es que Antonio es
un renovador de la comparsa que, al mismo tiempo, nunca se apartó de la línea
tradicional; este fue el principal argumento por el que el jurado del Baluarte
decidió conceder a Antonio Martínez Ares el vigésimo Baluarte del Carnaval de
Cádiz.
Merecido
premio, Antonio, enhorabuena.
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