Aunque ya a partir de 1808 comenzaron a editarse textos, folletos y periódicos destinados a la formación de la opinión pública, la proclamación de la libertad de imprenta, el 10 de noviembre de 1810 -un triunfo de los liberales en esa línea-, también estimuló a los absolutistas a batallar por el control de la opinión pública recurriendo al uso de la prensa, empleada, hasta entonces, por los partidarios de las reformas para difundir las nuevas ideas. En ese contexto, la iglesia comprendió que el púlpito y el confesionario ya no eran suficientes para dominar al pueblo, por lo que recurrieron, como había ocurrido en Francia, a la publicación de obras polémicas —caricaturas, folletos satíricos y diccionarios— que discutían los usos y voces de la Revolución y de la Contra-revolución. Surgen así en España un sinfín de publicaciones que buscaban combatir las ideas de los «filósofos», al tiempo que desvelar el modo en que las nuevas prácticas socio-políticas se trasladaban al lenguaje.
El autor del Diccionario razonado, manual para inteligencia de ciertos escritores que por equivocación han nacido en España tenía ese objetivo. Con esta obra quería demostrar cómo ese lenguaje pretendía enmascarar la naturalización de las ideas revolucionarias, por eso redactó un vocabulario polémico-satírico que permitiera reconocer esas voces nuevas que trataban de introducir de contrabando el «venenoso filosofismo».
Marieta Cantos ha realizado un exhaustivo estudio, para el que ha utilizado las dos ediciones del Diccionario razonado que aparecieron en 1811, la segunda aumentada, estudio con el que, además de contextualizar el Diccionario en el debate de la época, señala otras fuentes caricaturescas, satíricas y polémicas con las que el autor trató de provocar la burla, avivar el temor, azuzar el odio y, tal vez, la venganza, hasta convertir la obra en pura provocación.
El Diccionario razonado se publicó de forma anónima y no han sido pocos los investigadores que indagaron sobre el posible autor. Riaño de la Iglesia, sin argumentarlo, atribuyó la obra a Santiago Cardeñoso. Sin embargo, hace años que Ramírez Aledón apuntó a Justo Pastor Pérez. En su estudio introductorio, Marieta Cantos proporciona bastante información que ratificaría dicha autoría.
En esta cuidada edición del Diccionario razonado, además de estudio introductorio y la anotación del texto original, Cantos ha elaborado un completo "índice onomástico, de obras y geográfico", que se convierte en una herramienta esencial para entender el alcance de este texto clave de la época de las Cortes.
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