Juan J. Paz y Miño Cepeda
EL TELÉGRAFO - Primer Diario Público
Ecuador, lunes 26 de enero de 2014
El triunfo de la Revolución Cubana (1959) y sus primeras transformaciones impactaron a tal punto en EE.UU. que John F. Kennedy (1961-1963) ofreció hacer otra ‘revolución’ en América Latina, pero en ‘libertad y democracia’, a través del desarrollista programa Alianza para el Progreso (Alpro). Además, bajo su gobierno, se montaron las más variadas fórmulas desestabilizadoras contra Cuba; se facultó la invasión a la isla en Bahía de Cochinos, organizada por la CIA y los emigrados anticastristas de Miami; y en febrero de 1962 comenzó el bloqueo, que implicó acabar con todas las exportaciones, importaciones y relaciones con la isla, a fin de asfixiar a su pueblo y provocar el derrumbe del régimen.
La presión norteamericana para romper con Cuba no tuvo límites en acudir al complot y a la injerencia política en América Latina, como ocurrió en Ecuador, donde el presidente Carlos Julio Arosemena (1961-1963) fue forzado a romper con la isla y después fue derrocado por la CIA, que logró la instauración de una Junta Militar (1963-1966) anticomunista. La Junta adoptó la Alpro, ejecutó la reforma agraria que liquidó el sistema hacienda, promovió al empresariado y modernizó al atrasado Ecuador, aunque, paradójicamente, los retrógrados sectores dominantes veían, en todo ello, la incursión del ‘comunismo castrista’.
Gracias al apoyo de la URSS y del bloque socialista, Cuba logró afirmar su revolución. Pero el derrumbe mundial del socialismo ocasionó un pronunciado colapso económico en la isla. En esas condiciones, R. Reagan (1981-1989) reafirmó el cerco a Cuba; G.H.W. Bush (1989-1993) expidió la ley Torricelli (1992) que prohibió el comercio con Cuba de cualquier subsidiaria norteamericana en terceros países, así como el ingreso a EE.UU. de barcos de transporte que entraran a la isla; y bajo B. Clinton (1993-2001) se expidió la ley Helms-Burton, que facultó sanciones a cualquier empresa extranjera que comerciara con Cuba; y, además, otra ley (1998) que desconocía marcas y nombres comerciales cubanos. En nada importó que se violaran principios legales internacionales.
Este segundo bloqueo norteamericano pretendió el fin definitivo del ‘régimen castrista’, a costa del estrangulamiento a la población. Pero todo fracasó. Cuba debió iniciar el ‘período especial’ de reformas económicas. Y aunque muchos países latinoamericanos ya habían reanudado relaciones diplomáticas, el contundente auxilio al pueblo cubano llegó con Hugo Chávez (1999-2013) y enseguida con los gobiernos de nueva izquierda en América Latina.
Fuera de Cuba, no siempre se dimensiona el impacto de los recurrentes bloqueos norteamericanos en medio siglo. Sin embargo, el gobierno del presidente B. Obama (2009) sí ha comprendido su fracaso, bajo las condiciones creadas por una América Latina distinta, que está constituyéndose en un nuevo bloque geopolítico mundial. Y gracias a esta región, Cuba puede celebrar el cambio de era que representa el inicio del complejo proceso de reanudación diplomática, que inevitablemente arribará al fin del bloqueo.
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