Como me
recordaba hace semanas mi amigo Mariano, si tuviéramos que buscar el
calificativo que mejor se ajusta a la actitud de los gaditanos en estos
momentos es la indolencia. Es decir, una actitud de apatía, dejadez,
indiferencia o por resumirlo en dos palabras sinónimas más, insensibilidad y
despreocupación por las cosas de la ciudad. Aunque resulte un tópico repetido hasta
la saciedad, da la impresión que los gaditanos sólo viven para la fiesta y la
diversión. Y los gobernantes que más dosis de fiesta les proporcionen, quienes
más les hablen del ingenioso carácter gaditano, quienes más les hagan sonreír,
mejor vistos están, que no están los gaditanos para que les hablen de problemas
y preocupaciones. Llega el Carnaval y a los carnavaleros se les da lo que
pidan; enseguida llega la
Semana Santa y se organizan palcos y lo que haga falta;
después el Corpus, los Juanillos, el Trofeo, las barbacoas, Tosantos…, y
siempre tendremos el fútbol, con sus marcadores, que el pueblo que se divierte
no piensa. Por eso pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, lo importante es que
en Cádiz haya fiesta. Los
ejemplos se multiplican desde hace tiempo. El primer síntoma alarmante se dio
con el cincuentenario del trofeo Carranza, cuando a causa de su propia desidia el
gobierno municipal “descubre” que el estadio no está en condiciones, traslada
la conmemoración a San Fernando, y no pasó nada, pues lo importante, es que
haya barbacoas. Pero hay asuntos mucho más graves. Se caen viviendas y
edificios ante la pasividad oficial, y, encima, el responsable municipal de
urbanismo dice que las inspecciones de viviendas cumplen su cometido, y no pasa
nada; continúan muchos gaditanos compartiendo un retrete entre varias familias,
siguen los asustaviejas presionando a inquilinos, y no pasa nada; desciende la
población, sin que eso sirva para paliar la tasa de desempleo, y no pasa nada;
siguen las motos circulando por las calles peatonales, los perros defecando en
cualquier lugar, las obras en las calles comerciales eternizándose, el pabellón
deportivo del parque en obras desde no se sabe cuando, y no pasa nada...
Son muchos
los visitantes que al llegar a Cádiz admiran y elogian la belleza de muchos
rincones, y se sorprenden del estado de abandono de la ciudad, de la suciedad
en las calles, del ruido, de la anarquía del tráfico. Pero a los gaditanos
parece que nada de ello les preocupa, continúan dormitando en una ciudad
abandonada a su propia inercia de desidia, y cuando despiertan, deben sonreír,
aunque sea por decreto, para guardar las apariencias. Como decía Mariano, vivimos
“un presente apático donde todo es dejadez y certificación de la primera
ley de Newton: en ausencia de fuerza neta sobre un cuerpo, este permanece en
reposo”. Para pensarlo.
5 comentarios:
Es inquietantemente vigente.
Y luego vino el Doce a solucionarlo todo...
Hasta en el Doce fuimos una ciudad dormida, y nos tragamos todos los cuentos. ¡Tantos viajes a América, para nada! Algún día habría que contarlo.
Parafraseando a Clarín, podríamos empezar con estas líneas:
"La muy noble, muy leal y muy heroica ciudad dormía la siesta".
Pues somos todo oídos para escuchar algo así como "El Doce que no fue".
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