miércoles, 6 de febrero de 2013

Manila viajado

El Manila Viajado o "viajao" es uno de los grande mitos de los vinos jerezanos, tanto es así que hay quien dijo que nunca existió, al menos que nunca se embotelló o comercializó. No es así, es más, los llamados vinos mareados no son exclusivos de nuestra zona, conozco documentación sobre un vino similar en Porto.

La primera vez que oí hablar del Manila Viajado fue a finales de los setenta del siglo pasado, en el antiguo bar Niza, el local de Ángel García en la calle Ancha. Cuando un cliente comentó la calidad del palo cortado Capuchimo de Agustín Blázquez; alguien le dijo que el mejor vino de Blázquez, y de Jerez, era el Manila Viajado, un vino rarísimo, casi imposible de encontrar. Según explicaron, el Manila Viajado era un oloroso de Agustín Blázquez que se envió, para su venta, a Manila; iniciada las guerras de independencia en Filipinas, el vino no se desembarcó, regresando a Cádiz. El doble viaje por mar, de ida y vuelta, mejoró tanto el vino, que se convirtió en un caldo excepcional.

Unos años más tarde, en Casa Manteca, oí otra versión. Según un contertulio habitual, lo del viaje era cierto, pero no lo de la guerra, pues la explicación era más prosaica: el vino no se desembarcó cuando el cliente de Manila confesó que no podía pagar la partida, solicitando un nuevo crédito. Su deuda era tan importante con la bodega o el exportador, que decidieron que el vino regresara a Cádiz.

A pesar de que se decía que Pepe tanía Manila Viajado, nunca llegué a probarlo en Casa Manteca. Bebí poco más de media copa a mediados de los ochenta en el almacén de Luis del Álamo, en la calle Isabel la Católica. Hasta el pasado viernes, un día memorable.

Enrique, hijo de Luis del Álamo, nos convocó a Juan G y a mi para abrir una botella de Manila Viajado procedente del almacén de su padre.

La cita se concretó en La Parra del Veedor, donde, sentados los tres en un rincón, junto a la luz de un ventanal, Enrique sacó una botella clásica, con la etiqueta blanca de Agustín Blázquez, del afamado Pago de Marchanudo, con una leyenda sobre impresa: MANILA VIAJADO 1833.
Tuve el honor de romper el precinto de plomo, abrir la botella con mucho cuidado y servir tres catavinos.


Nos encontramos con un excelente oloroso, de color muy intenso y limpio. Al probarlo, al principio, parecía que, por una parte, tenía mucha madera y por otra parecía casi un brandy; pero transcurridos unos minutos, aireado el vino, el sabor era excelente, maravilloso, un oloroso realmente único. Y, pese a que temimos que a medida se fuera sirviendo el vino podría estar algo estropeado, hasta la última gota nos encontramos con un oloroso perfectamente limpio, excelentemente conservado.


No fuimos egoistas y, mediada la botella, invitamos a María José R, Marieta C y Joaquín Z a degustar el Manila Viajado, al que, en la segunda mitad de la botella, acompañamos de algunas tapas surgidas de la excelente cocina que rige Natalia.   

El viernes 1 de febrero quedará siempre en nuestra memoria, como el día que degustamos y disfrutamos un vino único, un momento exclusivo, una experiencia inolvidable.

12 comentarios:

Jesús dijo...

Disfrutando el vino, acabas de documentar una leyenda. ¿Qué mejor manera de trabajar existe?

Jesús dijo...

...No sé si guardásteis la etiqueta o la botella. Porque aunque no se venda, es pieza de coleccionista y prueba de lo que se tomó. Es una pena que de momento los vinos no puedan clonarse...

ARS dijo...

Naturalmente, la botella obra en mi poder, faltaría más.

Mariano Del Río dijo...

No dudo que la compañía fue excelente, pero.............¡No invitar a la del sobrecito!.es un feo imperdonable.

Rafael dijo...

Solo puedo decir: ¡Salud! Me hubiera gustado decir ¡Excelente!

Carlos Persini dijo...

Im-pre-sio-nan-te !!
Soy un autentico fan de los jereces de Blazquez, tengo varias botellas y creia conocer casi todas sus etiquetas, y la verdad es que me he llevado una sorpresa mayuscula con tu post. Si esto es lo mejor de Blazquez, y eso quiere decir mejor que el Capuchino, Carta Oro o Añada de 1840, no me lo quiero imaginar. Ademas, el estado de la botella parece más que impecable. Felicidades por haberlo disfrutado, y gracias por compartirlo!! Lo que pagaría por encontrar uno!
Un saludo!!

ARS dijo...

No sé si es el mejor vino de Blázquez, pero puedo asegurar, Carlos, que era formidable. Fue un momento glorioso abrir la botella y ver la perfecta conservación, el aroma y el sabor.
Parece que hay otra guardada, estamos en plena búsqueda. Ya veremos si hay suerte.

Carlos Persini dijo...

Espero que tengáis la suerte de encontrarla. Raro es poder beber historia, mas si se puede hacer dos veces.

Un saludo!!

Anónimo dijo...

Hola Ars , buscando información sobre este vino (Manila viajado 1833) he encontrado este blog. Tengo una botella de dicho vino, el estado de conservación no es tan bueno, el tapón está un poco manchado y tiene un poco de merma hasta el comienzo del cuello. Podría decirme que valor aproximado puede tener la botella, le estaría agradecido de cualquier información sobre quién querría adquirirla.
Un saludo.
Mi correo es josemmacias@telefonica.net

Anónimo dijo...

DE LAS DOS HISTORIAS ES CIERTA LA SEGUNDA. EL COMPRADOR FILIPINO NO PAGÓ Y VOLVIERON TODAS LAS BOTAS A ESPAÑA

José Manuel Valero dijo...

Mi nombre es José Manuel Valero Avezuela. Soy octogenario. Mi padre José Valero Jiménez, era muy amigo de la familia de los Agustin Blázquez. Era, con sus hermanos, el propietario del consorcio comercial La Mallorquina en San Fernando. Esa degustación no se me olvidará en la vida. Pueden darse varias versiones. Pero la más fiable, según descendientes de los que participaron en la guerra, es la de que el barco no pudo ni aproximarse a la costa, por el continuo bombardeo al que fué sometido. ¿Quién está en lo cierto?. Nunca lo sabremos. Lo cierto es que la familia los descendientes de Agustín Blázquez tienen un tesoro. Yo siempre fuí un catador de los productos de "Agustín Blázquez", aunque por mi estado no puedo degustarlos. Mi recuero lo tengo en una botella, vacía desde luego, que tengo en un expositor.
Perdonen me extensión, pero creon que merece la pena.

ARS dijo...

Gracias José Manuel por su testimonio, que corrobora la primera versión que yo conocí.
Por cierto, aunque siempre vivió en Cádiz, a mi madre le gustaba sentarse en la terraza de La Mallorquina cuando iba a La Isla.