Es bueno moverse, conocer otras poblaciones, otras culturas y otras formas de entender la vida. Viajar abre horizontes y mentes, ayuda a ver las cosas de otra forma, incluso a valorar mejor lo que tenemos. Y a estimar que en todas partes, no sólo en Cádiz, hay cosas buenas.
Cuando tengo la oportunidad de viajar, sea por trabajo, sea por ocio, procuro fijarme en cómo en otros lugares aprecian lo propio, en cómo valoran y cuidan su pasado, en cómo honran su historia y a sus personajes, en cómo la ciudadanía contribuye a reforzar las señas de identidad de su localidad, de su ciudad. Y uno de los mejores símbolos de esa reivindicación de su pasado, de su memoria colectiva, se refleja en el recuerdo histórico y en la huella reciente que se refleja en pequeños detalles.
Por ejemplo, en México no es difícil ver en las fachadas de muchos edificios pequeños recordatorios de la función que tuvieron en épocas anteriores, o de quienes fueron sus promotores o propietarios. En Veracruz el edificio que fue faro en 1872 recuerda que se denominó Benito Juárez y una placa inferior indica que si ahora está en la calle Morelos, en 1850 era la calle de la playa.
Y en ciudad de México es fácil encontrar pequeños azulejos que recuerdan que, por ejemplo, determinado edificio fue la casa de los Adelantados de Nueva Galicia en 1530.
En Quito, en un edificio moderno, una pequeña placa de mármol recuerda que en ese lugar estuvo el edificio desde el que Manuela Sáenz saludó al libertador Bolívar, al que después se unió.
En Berna hay un recuerdo grabado en la casa en la que Albert Einstein vivió entre 1903 y 1905 trabajando en la teoría de la relatividad.
En Ginebra un rótulo conmemora la fundación de la Cruz Roja.
En Dublín, una serie de placas de fundición muestran un itinerario monográfico sobre James Joyce, y otro muestra el camino sobre el barrio medieval y vikingo.
En Londres, placas circulares, casi siempre de color azul, indican, por ejemplo, que en determinado edificio T.S. Elliot trabajó para Faber&Faber, o que John Lennon estuvo allí.
E instructivo es ver, generalmente grabados en adoquines, los nombres de ciudadanos que contribuyeron con mínimas aportaciones a restaurar un monumento, un espacio público o financiar una actividad cultural, como se pueden ver en Berna o en la irlandesa población de Kenmare.
Ahora que Cádiz se acerca al bicentenario de uno de sus momentos históricos más brillante, no estaría mal tomar ejemplo y dejar establecido, mediante sencillos testimonios en edificios o en el pavimento, un recorrido por la memoria de la ciudad constitucional.
Publicado en Diario de Cádiz, 17 de septiembre de 2011
3 comentarios:
Pero a ver quién lo fiscaliza; porque aquí ya sabes cómo somos; y en Santa María le han puesto placas a Pedro Romero y a Martínez Ares. Así que imagínate "Aki nasio el kaskana".
Paco las placas y memoriales que cito son iniciativa oficial, de las que se responsabiliza una comisión de expertos, tras un expediente informativo.
Aunque aquí, como dices, más de un político, por aquello de ganar votos, admitiría poner una placa incluso a mí.
Pues, aunque no lo creáis, en algunos pueblos de Cádiz me han comentado que lo que les llama la atención de la ciudad, además del estrés con el que vivimos (sí, sí, refiriéndose a Cádiz) es la cantidad de placas que hay en las casas. Vamos, un no parar de ir leyendo por los rincones. Psh, hay gente pa'tó....
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