Según el cronista, la decoración de la nueva pastelería recordaba al afamado establecimiento madrileño Lhardy, destacando el gran escaparate de pasteles surtidos, el “gran aparador con tapa de mármol” para los vinos, el mostrador de los fiambres, los helados “al estilo de Austria” y el gran salón “con muchas mesas, grandes espejos y lámparas eléctricas”. Terminaba la crónica que los propietarios, tras la inauguración, invitaron a “un almuerzo a base de tortilla de jamón y otros aperitivos, entre los que destacaba la lengua a la escarlata bien hecha y presentada”.
En el año 1898 se hizo cargo de la pastelería Salvador Robles, que poco a poco fue ampliando la actividad, de manera que Viena, además de confitería, se convirtió, muy a la moda de principios del siglo XX, en cervecería, manteniendo siempre la venta de fiambres de calidad, como se puede comprobar en este anuncio de 1899.
Poco tiempo después, al menos desde 1907, se anunciaban servicios de bodas, banquetes...
También Salvador Robles amplió el negocio, con una sucursal, “La mallorquina”, abierta en la calle Columela, según este anuncio de 1916.
Sorprende la variedad de productos que Viena anunciaba en 1917.
Con Robles trabajó, siendo un niño, Antonio Valls Garrido, que se había iniciado en el oficio, apenas con diez años, en su Málaga natal. Al parecer, tras quedar huérfano lo enviaron a Cádiz, donde trabajó en la confitería de La Madrileña, de Julián Cantero, en la calle Columela, y enseguida, con doce años, comenzó a trabajar en Viena con Salvador Robles.
Tras ocho años de trabajo, se marchó a Argentina donde, a través de un pariente de Robles, entró a trabajar en una conocida confitería de Buenos Aires, trabajando un tiempo en la ciudad de Junin. De regreso en Buenos Aires trabajó en el Gran Hotel Londres y después en la confitería Continental, hasta que Salvador Robles le pidió, hacia 1918, que volviera a Cádiz para regentar la confitería Viena. Con Valls como encargado, Viena sufre otra importante remodelación, convirtiéndose en 1923 en un famoso salón de té, con entrada por la calle San Miguel, por donde también se accedía al obrador de la pastelería.
En 1929 Salvador Robles se retiró del negocio, traspasando Viena a Antonio Valls, quien también abrió una sucursal “La rosita”.
Aunque he leído que Antonio Valls cerró el negocio en 1969, ya que ninguna de sus cuatro hijas se hizo cargo del mismo, quizás me traicione la memoria, pero estoy convencido de haber estado en Viena en los años 1970 y 1971. En cualquier caso, parece que Antonio Valls murió es 1971, y Viena quedó ya para la nostalgia.
Guardo en mi memoria infantil las visitas a la confitería Viena, donde a mi madre le gustaba comprar, además de merengue los domingos, “jamón dulce”, “queso de cerdo”, paquetes de piñones pelados y el turrón de Cádiz. Como recuerdo que, todas las mañanas, grupos de niños y menos niños aguardaban a que los pasteleros sacaran y repartieran, los recortes de los pasteles.
Por las referencias localizadas los hermanos Mexía regentaron el local entre 1892 y 1895, y parece que durante dos años Viena cerró, pues no hay referencias al negocio en las Guías de Cádiz, mientras si aparece reflejada la actividad como joyeros de los Mexía.
En el año 1898 se hizo cargo de la pastelería Salvador Robles, que poco a poco fue ampliando la actividad, de manera que Viena, además de confitería, se convirtió, muy a la moda de principios del siglo XX, en cervecería, manteniendo siempre la venta de fiambres de calidad, como se puede comprobar en este anuncio de 1899.
Poco tiempo después, al menos desde 1907, se anunciaban servicios de bodas, banquetes...
También Salvador Robles amplió el negocio, con una sucursal, “La mallorquina”, abierta en la calle Columela, según este anuncio de 1916.
Sorprende la variedad de productos que Viena anunciaba en 1917.
Con Robles trabajó, siendo un niño, Antonio Valls Garrido, que se había iniciado en el oficio, apenas con diez años, en su Málaga natal. Al parecer, tras quedar huérfano lo enviaron a Cádiz, donde trabajó en la confitería de La Madrileña, de Julián Cantero, en la calle Columela, y enseguida, con doce años, comenzó a trabajar en Viena con Salvador Robles.
Tras ocho años de trabajo, se marchó a Argentina donde, a través de un pariente de Robles, entró a trabajar en una conocida confitería de Buenos Aires, trabajando un tiempo en la ciudad de Junin. De regreso en Buenos Aires trabajó en el Gran Hotel Londres y después en la confitería Continental, hasta que Salvador Robles le pidió, hacia 1918, que volviera a Cádiz para regentar la confitería Viena. Con Valls como encargado, Viena sufre otra importante remodelación, convirtiéndose en 1923 en un famoso salón de té, con entrada por la calle San Miguel, por donde también se accedía al obrador de la pastelería.
En 1929 Salvador Robles se retiró del negocio, traspasando Viena a Antonio Valls, quien también abrió una sucursal “La rosita”.
Entre los años cincuenta y sesenta, Viena estaba en todo su esplendor y se anunciaba en 1964 el "legítimo turrón de Cádiz", al parecer una creación de Antonio Valls.
Aunque he leído que Antonio Valls cerró el negocio en 1969, ya que ninguna de sus cuatro hijas se hizo cargo del mismo, quizás me traicione la memoria, pero estoy convencido de haber estado en Viena en los años 1970 y 1971. En cualquier caso, parece que Antonio Valls murió es 1971, y Viena quedó ya para la nostalgia.
Guardo en mi memoria infantil las visitas a la confitería Viena, donde a mi madre le gustaba comprar, además de merengue los domingos, “jamón dulce”, “queso de cerdo”, paquetes de piñones pelados y el turrón de Cádiz. Como recuerdo que, todas las mañanas, grupos de niños y menos niños aguardaban a que los pasteleros sacaran y repartieran, los recortes de los pasteles.
2 comentarios:
Tengo un muy buen recuerdo de Viena, yo naci y vivi mucho años enfrente, en el Bar cadiz, mi `padre era el dueño del bar y tengo muchos rec uerdos de niño de Viena y de Antonio, estuve muchas veces en ella y la azotea de mi casa estaba un poco mas alta que la de Viena, yu todavia recuerdo su azotea y la chimenea de ladrillo. Muy buenos recuerdos de niño.
Y yo pasé muy buenos ratos en el bar Cádiz.
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