sábado, 25 de mayo de 2013

Orden de la Solear


EL gran vino sanluqueño, la Manzanilla, se define como un vino blanco, fino, generoso y varietal (palomino), que se produce en Sanlúcar de Barrameda, donde, gracias a las características de su microclima, se desarrolla el proceso de crianza biológica por efecto de las levaduras, que popularmente se conocen como la "flor". La definición sirve, en gran parte, para definir el vino fino, si bien, el microclima sanluqueño hace que la Manzanilla parezca más suave, menos punzante, y más salina.

Aunque su origen es difuso, hay evidencias de que ya en el último cuarto del siglo XVIII se consumía Manzanilla, como se constata en referencias que hemos localizado del Cabildo de Cádiz en el año 1781 o en los sainetes de Juan Ignacio González del Castillo; y sabemos que a principios del siglo XIX ya se había definido cuál era su peculiaridad, como hace Esteban Boutelou en 1806 cuando escribe: "De las uvas blancas aparentes como la listán, pisadas en buena disposición, y exprimidas levemente, se obtienen vinos blancos sin el menor viso, que se distinguen constantemente por su olor de manzanilla, y por su fragancia exquisita que tanto aprecian los Gaditanos". Pero no solo los gaditanos. El inglés Richard Ford, que recorrió España a principios de la década de 1830, escribió: "Aquellos de nuestros lectores cuyas bodegas estén surtidas de escogidos burdeos, jerez y champagne, pueden pasarse perfectamente sin los demás vinos españoles. Y si quieren hacer una excepción que sea solamente a favor del valdepeñas y la manzanilla".

Posiblemente por ello, por su éxito, es por lo que a la Manzanilla le han salido, en ocasiones, imitadores y detractores. Y, seguramente por esto último, surgió hacia 1979, por iniciativa de Juan Carlos Barbadillo Argüeso y Antonio Pedro Barbadillo Romero, la "Orden de la Solear", que, sin reglamentos, ni ordenanzas y tan sólo una mínima y simbólica jerarquía -Presidenta de Honor, Gran Maestre y Presidentes anuales-, tiene como objetivo distinguir a quienes hayan demostrado una especial entrega y dedicación a la Manzanilla y, concretamente, a la gran marca de Bodegas Barbadillo. Una Orden que queda definida por el juramento iniciático que redactó Joaquín Márquez: "En Bodegas Barbadillo, y en el Claustro de la Orden, presto juramento y digo que la Solear será mi manzanilla y mi vino, que no habrá otro en mi mesa ni otro daré a mis amigos. Si no cumplo mi promesa, me lo demanden mi hijos, y donde quiera que vaya tenga el agua por castigo".


Publicado en Diario de Cádiz, 25 de mayo de 2013

1 comentario:

Marieta Cantos Casenave dijo...

Deseando que llegue el jueves. Un alto en el camino muy merecido.