sábado, 19 de noviembre de 2016

Racismo y acoso: el ejemplo familiar


Portada de El Jueves, mayo 2014

Las noticias sobre acoso de adolescentes a algún compañero, tanto en el ámbito escolar, como en la calle o por medios digitales -teléfono, facebook, etc.-, incluyendo la difusión de las imágenes de la agresión, física y/o verbal, son cada vez más frecuentes, tanto que gran parte de la sociedad no le da mayor importancia, hasta que ocurre una desgracia, hasta que el acosado termina en el hospital, cuando no ocurre algo peor.

Esta semana hemos conocido que un joven futbolista aficionado y gaditano, de 16 años, ha sufrido en más de una ocasión insultos por el color de su piel, agresiones verbales que son algo más que un comportamiento racista, pues tanto el acoso, como el racismo, son consecuencia de una falta de educación y civismo que cada día son más visibles.

Cualquiera que haya asistido a un partido de fútbol infantil, de los muchos que se juegan cada fin de semana en Cádiz, habrá podido comprobar el mal ejemplo que padres y madres les dan a sus hijos desde la banda. Es sorprendente oír a un padre, o a una madre, arengar a su hijo para que entre con fuerza, gritarle "que pase el balón, pero el jugador no", insultar al árbitro -habitualmente un adolescente-, cuando no organizar una trifulca por un posible fuera de juego no señalado, o un penalti inexistente. Del mismo modo que ya no sorprende escuchar en televisión a la madre de un presunto acosador escolar, que el agredido podía haberse defendido, o que patear entre varios el estómago de un chaval al que previamente habían tirado en el suelo, "es cosa de chiquillos". 

El problema de la mala educación no es ya el de los chavales de entre seis y dieciséis años que se consideran los reyes del mundo. El problema reside en que esa mala educación la reciben fundamentalmente en sus casas, en el mal ejemplo de unos padres que insultan en un campo de fútbol, de unos padres que agreden verbalmente al profesor que suspende a sus hijo, de unos padres que, por un quítame allá esas pajas, la emprenden a golpes con el vecino...

El problema radica en padres que no educan a sus hijos en valores de convivencia, porque ellos no los practican. En padres que no reprenden a su hijo cuando agrede al compañero de clase o llama negro a un chaval de 16 años. La buena educación se adquiere en casa. La mala, también.  

1 comentario:

Salvador Luna dijo...

Ayer comentaba en familia, que el problema radica en una deficiente educación en casa, aunque influyan otros factores como algunos aspectos de nuestra sociedad actual, la crispación generada por los políticos , algunos programas de televisión etc.
En definitiva que no puedo estar más de acuerdo con tu artículo.
Enhorabuena.