El Veedor
No, no les voy a glosar el famoso cuento de Edgard Allan Poe, me refiero a la importancia de tener un buen amontillado en las tabernas y bares, y si es una bota -o un barril, como prefieran-, mucho mejor.
Históricamente siempre ha sido así en Cádiz, donde eran muchas las tabernas que tenían, a mediados del siglo XX, botas de vinos, cuando no pequeñas andanas, en las que los taberneros cuidaban los vinos de Chiclana, Jerez o Sanlúcar, y prácticamente en todas, había un bota de amontillado, casi siempre, el vino más preciado de la taberna.
En Cádiz tuvieron fama los barriles de tabernas como "El Gavilán", en la plazuela de la Cruz Verde -hoy de Antonio Martín-, la
Tienda de los Tres Reyes, en la calle Vea Murguía, haciendo esquina con la plazuela de Viudas y la calle Cervantes, la taberna "La Privadilla", en la plaza Gaspar del Pino, la taberna "El Pedrín", en la esquina de Sopranis con San Juan de Dios, la tienda de vinos y ultramarinos "La Lonja", en la calle Columela, la tienda de "Solano", en la calle de su nombre, esquina con Torre, "
Los gabrieles" en la calle Cardenal Zapata, "La fama gaditana", en la calle Sagasta...
Tristemente, no quedan muchas tabernas con una mínima andana de botas y con un buen barril de amontillado. Incluso hay demasiados bares donde ni tan siquiera tienen una botella de amontillado. Sin embargo, quedan atisbos de esperanza. Han reabierto la tienda de "Las Banderas", la famosa taberna de la calle San Pablo que regentó el añorado
Jesús Díaz, y los nuevos propietarios han colocado algunas botas, incluyendo una de amontillado; como en su día hicieron los responsables de la renovación de
La Sorpresa, en la calle Arbolí; al igual que los que reabrieron
La carbonera, en la calle San Fernando.
Mención especial merecen la
Taberna La manzanilla, lugar ejemplar donde, primero el recordado don Miguel, actualmente Pepe, han cuidado con exquisitez los caldos sanluqueños; y el ultramarinos
El Veedor, donde Paco Chicón siempre ha mantenido, con esmero, el cuidado de sus añejas botas de manzanilla y ofrecido con orgullo un excelente amontillado.
No se deberían perder las botas en las tabernas, hay que mantener los barriles de manzanilla, fino y amontillado, señas de identidad de las más famosas tiendas de vino de Cádiz.
En la imagen, las botas de Veedor, con su apreciado amontillado Príncipe.