Es en una página de la Delegación de Fiestas, en una pestaña dedicada a la historia del Carnaval de Cádiz, en la que se puede leer el siguiente texto, del que, todo lo marcado en amarillo, lo han copiado, tal cual, de un trabajo mío; incluso, ni se han molestado en actualizar el texto: lo marcado en rojo, alude en mi texto al siglo XIX..., de la lectura se podría desprender que es al XX.
Historia
Para
aclarar el origen del
Carnaval los estudiosos remiten hasta precedentes de distintas civilizaciones
que, sin usar el mismo concepto de la fiesta, han manejado objetos y utensilios
similares a los que se usan en Carnaval, y recuerdan el origen remoto que pueden
suponer las bacanales (fiestas en honor de Baco), las saturnales (al Dios
Saturno) y lupercales (al Dios Pan), celebraciones que se conocieron tanto en
la antigua Grecia como en la Roma clásica.
Sin embargo, los
especialistas parecen coincidir en que : “El Carnaval, nuestro Carnaval,
quiérase o no, es un hijo, aunque sea pródigo, del cristianismo ; mejor dicho
sin la idea de la Cuaresma no existiría en la forma en que ha existido desde
fechas oscuras de la Edad Media Europea”.
El más clásico de los
estudiosos del Carnaval, Julio Caro Baroja, lo relaciona con los ritmos del
tiempo, con la percepción cualitativa del tiempo. Caro Baroja señala que el
cristianismo establece “un orden” pasional del tiempo”, en el que los momentos
de alegría y tristeza se alternan cronológicamente, según sea tiempo de
prohibiciones o tolerancias, asimilados por el cristianismo.
El Carnaval es -según
definición de Caro Baroja- un hijo del cristianismo. Una consecuencia de la
concepción simple del tiempo que adopta el cristianismo. Una concepción
ajustada a los ciclos vitales y de las cosechas.
“Su principal significación es que autoriza, de hecho, la
satisfacción de todos los apetitos que la moral cristiana, por medio de la
Cuaresma, refrena acto seguido.
Pero al dejarlos expansionarse durante un periodo más o menos largo, la moral cristiana reconoce también los derechos de la carne, la carnalidad. El Carnaval encuentra así, además de su significación social y psicológica y su función equilibradora en todos los aspectos resulta evidente”.
Pero al dejarlos expansionarse durante un periodo más o menos largo, la moral cristiana reconoce también los derechos de la carne, la carnalidad. El Carnaval encuentra así, además de su significación social y psicológica y su función equilibradora en todos los aspectos resulta evidente”.
Es el momento en el que
se permite la inversión de las jerarquías sociales, así como la expresión de
una oposición política que no tiene posibilidad de manifestación legal. Pero
también es tiempo en que el hombre da rienda suelta a la carga irracional que
soporta, entregándose a actos arbitrarios y violentos descargando así la
agresividad contenida durante mucho tiempo : intentos de provocación,
infantilismo, muecas... todo a modo de terapéutica en que dejamos libres a ese
otro yo que todos ocultamos.
Los caracteres antes
descritos definen al Carnaval en general y son aplicables, por tanto, al
gaditano en su origen.
Pero sin duda con el
transcurso del tiempo distintos aspectos se han ido marcando con mayor
profundidad hasta alcanzar en nuestra ciudad una fiesta distinta.
En el proceso de su
propia definición el Carnaval gaditano toma peculiaridades del italiano,
explicable por la influencia fundamentalmente genovesa que nuestra ciudad
conoció, pues desde
el siglo XV, tras el desplazamiento hacia el Mediterráneo de los turcos, los
comerciantes italianos se trasladan a Occidente, encontrando en Cádiz un lugar
de asentamiento perfectamente
comunicado con los objetivos comerciales que los genoveses buscaban : el norte
y centro de Africa.
Los antifaces, las
caretas, las jeringas de agua, los caramelos arrojadizos (confetis) son otros
tantos elementos que asimilamos del Carnaval italiano.
El elemento fundamental
de este Carnaval es el disfraz : “el Carnaval rompe el orden social,
enfrenta las clases, libera los instintos y rompe las represiones. Todo esto lo
realiza a través del disfraz, invirtiendo el orden de las cosas, comiendo y
bebiendo, ironizando y satirizando a la sociedad y a la autoridad y, en
definitiva, dando rienda suelta a la fantasía y la libertad”.
El estilo italiano que
impera, trae también los bailes de Carnaval como eje central de las fiestas,
siendo el acto social más importante de las celebraciones sobre todo en el
siglo XVIII. Aunque hay noticias documentadas de la celebración del Carnaval
de Cádiz desde 1.632 (I.Porquicho) dejándose ya sentir una animadversión hacia
la fiesta de las capas superiores de la sociedad.
Pese a la oposición la
fiesta de Carnaval traspasa la Edad Moderna y se adentra en el siglo XIX
definido todavía por similares caracteres. Conocemos por ejemplo que el 8 de
Febrero de 1.821 los alcaldes constitucionales de Cádiz otorgan su permiso para
que se celebre en el teatro Principal un baile de máscaras y disfraces siempre
que sigan una serie de reglas, así como que el Carnaval se celebró,
controlado, desde los primeros años del reinado de Fernando VII.
En el Carnaval gaditano de principios del XIX, vemos ya
caracteres que permanecen hoy :vemos como la plaza de la Constitución (hoy de San Antonio) y la calle
Ancha son los lugares centrales de la fiesta popular. Y desde la concreción de la
fiesta, dos celebraciones destacan : los bailes de máscaras en el teatro y en
casas particulares y los grupos de gentes que disfrazadas recorrían las calles
cantando. En estos
grupos de cantores podemos ver un precedente muy concreto de las actuales
agrupaciones carnavalescas que reciben influencias también - no se debe olvidar
- de los grupos de gentes de color que en las fechas de Navidad recorrían las
calles de Cádiz, entonando villancicos, así como de los ritmos de América.
Estos caracteres no significan en ningún caso que el Carnaval estuviese
institucionalizado. Si bien es cierto que a mediados del pasado siglo
encontramos referencias de las máscaras, disfraces y domingo de Piñata ;
también es cierto que el Ayuntamiento no reconocía el Carnaval como una fiesta
propia.
En un informe emitido por
el Ayuntamiento de 1.847 a instancias del jefe político de la provincia, en el
que se pregunta - entre otras cosas - por las fiestas civiles y religiosas en
las que el cabildo interviene no se alude para nada al Carnaval.
Sin embargo con un
sentido restrictivo el Municipio reconocía explícitamente la celebración
carnavalesca y su importancia en la ciudad. Así el “Reglamento de las
diversiones públicas en la ciudad de Cádiz” del mismo año 1.847, por dos veces
alude al Carnaval, siempre en sentido represivo.
Claro está que las
prohibiciones emanan de un Ayuntamiento dominado - gracias al sufragio
censitario - por una burguesía que a mediados del siglo XIX se está adueñando
del poder y que no ve con buenos ojos las manifestaciones populares.
“Esta honestidad hacia la fiesta provenía de la sensación de
inseguridad que proporcionaban las clases bajas, que celebraban la fiesta
bebiendo y alborotando por las calles”.
La animadvesión hacia el Carnaval era compartida por las clases pudientes de la ciudad, que ante la imposibilidad de acabar con una fiesta enormemente popular, deciden ponerle en la medida de lo posible cierto control. En ese mismo año de 1.861 el Ayuntamiento presidido por don Juan Valverde propone que sea el cabildo el encargado de la organización del Carnaval.
La animadvesión hacia el Carnaval era compartida por las clases pudientes de la ciudad, que ante la imposibilidad de acabar con una fiesta enormemente popular, deciden ponerle en la medida de lo posible cierto control. En ese mismo año de 1.861 el Ayuntamiento presidido por don Juan Valverde propone que sea el cabildo el encargado de la organización del Carnaval.
La “Memoria de la
Administración Municipal de Cádiz en el año de 1.861...” dice textualmente :
“Las diversiones a que el pueblo se entrega en los tres días de Carnaval,
desdicen, a no dudarlo, de su proverbial cultura. La tradición ha hecho llegar
hasta nuestro días, una costumbre que, caballerosa y digna quizá en su origen,
absorbe hoy, en degeneración lastimosa, la atención toda del pueblo, en los
tres indicados días. El dominio de Carnaval de Cádiz, lo monopoliza el
vergonzoso “saquillo”, dando lugar a deplorables escenas que repugnan a quien
abriga el más ligero sentimiento de decencia, y a quien en algo estima la
pureza del nombre que Cádiz ha sabido alcanzar a través de los siglos”.
Como contraoferta se
propone cambiar todo esto haciendo que el Ayuntamiento se encargue des
organizar un Carnaval más reglamentado, basado en juegos gimnásticos, bailes
públicos, juegos de artificio, música, comparsas... para lo que se solicitaba
que en el presupuesto de 1.862 se previeran los gastos del Carnaval.
La medida, restrictiva en
su origen - puesto que los elementos burgueses en el poder local pretendían era
controlar y reglamentar algo que no podían desterrar - tuvo consecuencias
beneficiosas a la postre. Si el control de las diversiones populares no fue
todo lo efectivo que se programó, la financiación municipal contribuyó a un
mayor esplendor en las calles y en los actos organizados, tipo bailes, fuegos
artificiales, etc.
Así, de la mano del alcalde Juan Valverde, el Carnaval va a entrar en la fase desde la que evolucionará a la actualidad.
Así, de la mano del alcalde Juan Valverde, el Carnaval va a entrar en la fase desde la que evolucionará a la actualidad.
El Carnaval de Cádiz, se
convirtió en objeto de atención a poblaciones más alejadas, iniciándose bien
pronto la tradición de organizar trenes especiales desde Sevilla, Córdoba y
otras que trasladaban a miles de personas hasta nuestra ciudad para vivir el
Carnaval.
Como elemento
característico de la celebración en Cádiz, la “Memoria...” precitada aludía a
la potenciación de la comparsa. Con un origen posiblemente espontáneo - un grupo de
amigos que se reunía para cantar - la comparsa se va perfeccionando en tanto
que de forma paulatina se van uniformando, preparando un repertorio y
ensayándolo.
Estas agrupaciones
de conjuntos músico vocales que cantan repertorios propios y de marcado
carácter gaditano, se irán convirtiendo paulatinamente en uno de los ejes del
Carnaval de Cádiz. Junto a los bailes de máscaras y - sobre todo - la calle
como elemento dinamizador de la participación popular.
Las agrupaciones
carnavalescas se desarrollan de forma paulatina integrando en sus coplas todos
los elementos que hoy día perduran : chascarrillo, crítica política, sátira social,
etc. Nuevamente serán las clases populares las que vayan protagonizando esta
modalidad de expresión genuinamente gaditana.
Con el transcurso de los
años nuevamamente los sectores dirigentes se creen en la obligación de
reglamentar la expresividad carnavalesca. Será en el año 1.884 el alcalde
Eduardo J. Genovés quien ordene una mayor vigilancia de las calles ante los
posibles altercados que se pudieran dar.
Ante el progresivo
carácter de protesta y de sátira que las agrupaciones carnavalescas iban adquiriendo
en sus coplas, así como para evitar procacidades y obscenidades en las
interpretaciones, Genovés impone que todas las comparsas y estudiantinas que
quisieran recorrer la población deberían proveerse de la correspondiente
licencia municipal. Incluso se establecerá la censura previa : cada agrupación
debía presentar una instancia dirigida al alcalde indicando los nombres,
apellidos y direcciones de los componentes, haciéndose responsables el director
de la agrupación y un representante. Junto a la instancia se presentaban dos
copias de los repertorios que se pensaban cantar por las calles y que en ningún
caso deberían atentar contra la moral pública. Revisadas las letras, el
Ayuntamiento guardaba una copia y devolvía la otra con su sello, dando el visto
bueno al repertorio. La copia sellada debía llevarla el director de la
agrupación y exhibirla ante cualquier autoridad que la requiriese. Pese a tan
reglamentada burocracia raro era el año que alguna agrupación no terminaba en
la prevención del Piojito.
El carácter informal de
la agrupación, su origen netamente popular, escapaba a todo exceso de
reglamento. La formación de una comparsa se realizaba de forma espontánea.
Normalmente un grupo de amigos o de compañeros de trabajo. Recordemos como
Antonio Rodríguez “Tío de la Tiza” agrupaba a sus compañeros de trabajo de la
Sociedad Cooperativa de Alumbrado sacando los mejores conjuntos de su época.
Pronto los autores de
letras y músicos se van especializando y consagrando, sin perder en ningún caso
su carácter de meros aficionados, de artistas emanados del pueblo, predominando
en ellos la esencial marca popular.
A fines del pasado siglo
y en el primer tercio del actual destacan las figuras de Antonio Rodríguez “Tío
de la Tiza”, Suárez, Trujillo, López Cañamaque, J. Ponce, “El Barato”...
Prácticamente toda la
ciudad se convierte en el escenario carnavalesco, pero hay unos lugares que
revisten mayor protagonismo. La Plaza de San Antonio, desde siempre y más aún
desde siempre y más aún desde 1.862 en que empieza a ser engalanada, año tras
año será uno de los lugares comunes de reunión. De una reunión masiva que fluye
por la calle Ancha, eje central del Carnaval, José J. Accame escribía en 1.906
: “Yo no concibo Carnaval en Cádiz sin la calle Ancha”.
La calle Nueva, la plaza
de San Juan de Dios, los alrededores del mercado Central, la calle de la Rosa..
eran otros tantos lugares de aglomeraciones generalizada.
A finales del pasado siglo y comienzos del actual se adquiere la
costumbre de realizar el recorrido de estas calles en coche : las “landeus”,
“breks”, “milords”, “sociables”, “jardineras”... recorrían un itinerario que pronto
dio en llamarse “el paseo de carruajes”, y que estaba comprendido por las
calles Alonso el Sabio, San Juan, Desamparados, Libertad, Callejones Cardoso,
el Corralón, la Rosa, San Rafael, Fragela (Plaza del Falla), Hercúles,
Mentidero, Veedor, Plaza de San Antonio, Cánovas del Castillo, San José, Plaza
de Mina, Tinte, Plaza de San Francisco, Nueva, Plaza de San Juan de Dios. Los
carruajes se detenían en las múltiples tiendas de vinos que aparecían en el
camino, de donde los chicucos acercaban cañeros de manzanilla.
Los bailes seguían
celebrándose en el Principal, en el Kursaal gaditano, en el gran Teatro, en el
Casino, en verbenas populares por los barrios... cada uno de ellos para un
sector de la sociedad, bien definido.
A principios del siglo
XX, de la mano del Alcalde Cayetano del Toro el Carnaval de Cádiz, cobró nuevos
impulsos.
En el programa se incluía
: cabalgata, iluminación extraordinaria, baile de máscaras, concursos de
comparsas y máscaras, bailes nacionales ejecutados por niños... sin que faltara
el reparto de limosna para los pobres.
En 1.907 con la entrada
de Antonio Accame en la ornamentación de las calles del Carnaval espectáculo se
reafirma y arraiga más, si cabe, en el pueblo gaditano.
En. 1.937 Franco abolió a
golpe de decreto el Carnaval. La medida surtió los efectos apetecidos : El
Carnaval desapareció de casi todas las poblaciones españolas, pues no hemos de
olvidar que era una celebración generalizada. En Cádiz permaneció latente
-congelado- en el sentir del pueblo. De modo que no era difícil de encontrar en
las tiendas de vinos y los colmados gaditanos de la postguerra, nostálgicos,
que en febrero, se reunían para rememorar y cantar viejas coplas carnavalescas.
En agosto de 1.948 el
gobernador civil autorizó que cantara el coro “La Piñata Gaditana”, cantando
con la música de los Jockeys (1.927). El conjunto lo saca Manuel López
Cañamaque acompañado de Macías. Al año siguiente se autoriza una “Fiesta de los
Coros” puesto que en principio el gobernador permite los coros y chirigotas, fuertemente
censurados por la Delegación de Educación Popular y el control callejero del
alcalde. Pero sobre todo se insiste en que no puede aparecer por ninguna parte
la palabra Carnaval.
Así surgen hacia 1.950
las Fiestas Típicas Gaditanas, un Carnaval domesticado, descafeinado, pero -que
en honor a la verdad- permitió que la tradición carnavalesca permaneciera en
las nuevas generaciones gaditanas.
Posiblemente las
agrupaciones sean el elemento menos adulterado de las Fiestas Típicas ; a las
figuras de López Cañamaque y Macías Retes se añaden a Paco Alba -el renovador-,
Enrique Villegas, Fletilla, Agustín González, “Chimenea”, Fernández Garaboa,
Villa, Antonio Martín, Pedro Romero, Peña, y un largo etcétera que sería
interminable reseñar.
Tras la muerte de Franco
se produjo la recuperación del Carnaval sin tapujos, sin disfrazar el nombre,
recuperándose a partir de 1.977 a su nombre tradicional y a sus fechas de
siempre, el mes de Febrero.
En Enero de 1.984, se crea la Fundación Gaditana del Carnaval,
Organismo Autónomo del Excmo. Ayuntamiento de Cádiz, después de un sin fin de
reuniones con todas las entidades y colectivos de la ciudad, que de alguna
forma intervenían en esta Fiesta del Carnaval. Años más tarde, ésta Fundación
es sustituida por el Actual Patronato del COAC y Fiestas del Carnaval de Cádiz,
un moderno estamento que realiza funciones similares de una forma dinámica,
seria y profesional.
Desde esa fecha hasta nuestros días, es al Patronato del COAC y
Fiestas del Carnaval de Cádiz al que le ha tocado encauzar, programar,
administrar y desarrollar el Carnaval propiamente dicho y todo lo que le rodea,
con la ayuda, coordinación y participación de todos los estamentos de la
ciudad. No olvidemos que Carnaval es participación.
El Patronato del COAC y Fiestas del Carnaval de Cádiz, nace de
una necesidad, la de crear un cauce participativo adecuado al momento de auge
que nos tocaba vivir.
La Fiesta del Carnaval estaban en pleno crecimiento y es el
Patronato del COAC y Fiestas del Carnaval de Cádiz el resorte que se necesitaba
para adecuarla a cada realidad diaria, y no dejar que se convierta en una
macro-fiesta indirigible.
Hasta aquí el texto que se puede ver en la web municipal.
Como digo, todo lo señalado lo escribí para el libro Carnaval en Cádiz, que se publicó en 1983. Fue un encargo de Armando Ruiz Riera, entonces teniente de alcalde del ayuntamiento. Es por tanto un trabajo hecho para el ayuntamiento, lo que no justifica que se copie sin citar al autor, que siempre mantiene sus derechos y más en un caso como éste, en el que los autores no firmamos contrato de cesión de derechos.
Inveterada costumbre, la de copiar sin citar las fuentes.
ResponderEliminarPues ahora deberías escribirles para recordarles esa LPI que su partido redactó.
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