No sé si Mariano Rajoy pasará a la historia como un buen presidente del Gobierno de España, o como un mal presidente, pero desde hace un par de días tengo claro que su nombre quedará para la posteridad como el pensador, como el ideólogo, como el filósofo que dio a los españoles argumentos de peso para afrontar con calma la salida de la crisis.
En una entrevista conjunta al periódico italiano "Corriere della Sera", al francés "Le Journal du Dimanche", al alemán "Bild am Sonntag" y al español "ABC", ha explicado sus incumplimientos programáticos y electorales con una frase que debe quedar grabada por siempre en los anales del pensamiento y de la historia: "Quien me ha impedido cumplir mi programa electoral es la realidad".
A partir de aquí cualquier ciudadano, cuaquier mortal, ha encontrado un argumento de peso, de autoridad, de la autoridad que da ser presidente del Gobierno español, para argumentar en su favor ante quienes les exijan cumplimientos imposibles. Por ejemplo, cuando un ciudadano español no pueda pagar la hipoteca, podrá justificarse ante el banco con la categórica e inapelable sentencia: "Quien me ha impedido cumplir mi compromiso hipotecario es la realidad". Cuando un sindicato convoque una protesta, podrá explicárselo a la ministra Báñez diciendo "Quien me ha obligado a convocar la protesta es la realidad". Cuando un médico, al que le han recortado el presupuesto, no pueda atender como quisiera a sus pacientes, podrá argumentar "Quien me ha impedido cumplir con mis pacientes es la realidad". Cuando un profesor, cargado de horas de clase y mayor número de alumnos, no pueda cumplir el calendario escolar, podrá justificarse diciendo "Quien me ha impedido cumplir mis tareas docentes es la realidad".
Y todo ello gracias al filósofo Mariano Rajoy, cuyo pensamiento, cuya profundidad intelectual, es el faro que guía a los españoles.
No le ha impedido cumplir su programa "la realidad", sino el desconocimiento de las suertes taurinas. El tancredismo del que sale siempre a recibir y siempre se justifica con "veremos que dice el Banco Central, Merkel, El Consejo Europeo..." sin cargar la suerte, ni dar dos pases, sin adelantarse e ir a pelear nada allí donde se decide todo. Y espera, claro,quedándose quieto, a que el toro pase de largo. Vamos, como hubiera dicho Jesulín, el del guiñol.
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