Si, como pretende el propio megalómano, le dieran el Nobel de la Paz a Donald Trump, el premio perdería definitivamente todo su sentido y su prestigio.
Un hombre que ha retorcido la democracia americana, que se cree el dueño del mundo, que menosprecia a seres humanos a los que considera escoria, que ha dicho que lo que quier es joder a los europeos, que quiere adueñarse de Canadá, que apoya a delincuentes internacionales y crímenos contra la humanidad, que persigue el pensamiento libre, que se niega a reconocer la justicia internacional, que ha bombardeado un estado soberano, que apoya el genocidio israelí en Palestina, entre otras lindezas, no puede ser premio Nobel de la Paz.
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