La primera vez que entré en "Ginjinha sem rival" fue en 1978, la encontré casualmente y desde entonces he vuelto cada vez que voy a Lisboa, y han sido muchas veces, la última, en febrero de 2024, cuando quedamos con Guy y Julie, que viajaron desde Oregón para pasar unos días juntos en Portugal.
Leo en El país que la continuidad de este lugar mágico y más que centenario, peligra por la especulación turística, despersonalizada, que invade ciudades y lugares históricos.
Se habla de turismofobia, no sé si la expresión es correcta, pero lo que es cierto es que se está produciendo una pérdida de la singularidad, con un proceso de uniformización de los lugares que atraen el turismo masivo, que si no se corrige, logrará que pronto muchas ciudades y pueblos sean parques temáticos sin identidad.
En Cádiz ya es muy perceptible, con tabernas y bares donde se ha perdido la sociabilidad y la convivencia -incluso la barra-, convertidos en lugares donde dan de comer los mismos productos, las mismas "croquetas de la abuela", los mismos tatakis, salmorejo de remolacha o albóndigas de retinto..., mientras aumenta la especulación urbanística y sube el precio de la vivienda.
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