Publiqué, no hace mucho, una entrada titulada "Pedagogía para escuchar callejeras sin incidentes", en la que recomendaba que las propias agrupaciones pidieran a su público dejar un pasillo libre para permitir la libre circulación de personas. Lo pueden leer aquí.
Si existe ese problema en Carnaval, en Semana Santa se multiplica. Es absolutamente incomprensible que se permita bloquear las esquinas a quienes quieren ver una procesión, impidiendo la libre circulación de las personas que no tienen interés en verlas y necesitan pasar de un lado a otro.
Pero si eso es incomprensible, me parece insólito que sea un miembro de Protección Civil quien trate de impedir el paso a una ciudadana que quería acceder a su casa. Ocurrió ayer en la esquina de Sagasta con Cánovas de Castillo. Pese a que la mujer le decía que su casa estaba a menos de quince metros y la procesión estaba detenida, el de Protección Civil trató de impedirle el paso, aunque finalmente, tras una situación muy incómoda, alguien se movió para dejarla pasar.
Ya lo dije en otra ocasión, no se puede impedir el paso a quienes no quieren ver una procesión, no se pueden "secuestrar" las calles, las autoridades y sus dependientes -entre ellos Protección Civil-, deberían impedirlo.
Nota: la foto no es de este año.
Y qué decir de ciertos hosteleros, que se apropian de suelo público para sus terrazas y niegan el paso incluso cuando se sitúan en lugares críticos para transitar. Como cierta terraza, acotada con postes y cintas, situada en San Juan de Dios, esquina Nueva, que el Viernes Santo obstaculizaba el paso para evacuar la plaza y cuyo empresario disuadía a los transeúntes que penetraban en su recinto, con el argumento de que impedían trabajar y que aquello era una marquesina. La todopoderosa hostelería.
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