Es conocido que en la carta séptima, del tomo diecisiete de su Viaje de España (Madrid, 1792), Antonio Ponz dice que "Cádiz me pareció un encanto, mirándola a ciertas distancias, así por mar como por tierra", pero añade que en cuanto a sus edificios, tanto civiles como religiosos, solo había encontrado "regularidad artística" en unos cuantos. Sí considera que estaban bien las defensas de la ciudad, aunque no les dedica descripciones, salvo a las obras de la nueva muralla que se estaba terminando al sur de la ciudad.
Comienza su descripción recordando que "las murallas de la parte del sur, o medio día de Cádiz", sufrían constantes embates del mar "excavando el terreno que cubrían los cimientos", provocando "estragos, derribando los temporales del invierno porciones grandes de murallas, poniendo en el mayor conflicto a los habitantes de esta ciudad".
Los daños causados por el mar eran reparados por distintos medios, hasta que en el año 1784 se decidió que había que buscar una solución duradera, presentándose varios proyectos, hasta que en 1786 se decidió el ingeniero Tomás Muñoz presentó el suyo de construir "una playa artificial sólida", sobre la que reventasen las olas, de manera que el agua llegara a la muralla sin fuerza.
Ponz destaca las dificultades del trabajo, al tiempo que elogia el proyecto y su ejecución, describiendo las obras con detalle e incluye en su libro planos y dibujos y una explicación de los mismos:
La obra comenzó en 1788 y se concluyó en 1791, logrando aminorar la fuerza del mar. Pero desde entonces han pasado muchos temporales por Cádiz y, como en 1786, es necesario acometer nuevas obras en "las murallas de la parte del sur".
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