Este país no cambiará mientras no cambien toda las instituciones, mientras haya una corporación y un poder que sea capaz de enfrentarse al que representa a la ciudadanía, el legislativo, y al que, posteriormente, ha ratificado el legislativo, el poder ejecutivo.
No es de recibo que un poder corporativo se enroque, aun sabiendo que ha superado con creces su período de vigencia legal, y sus miembros se mantengan en los cargos, incluso en contra de la regulación legal y apoyándose en un partido que juega con los límites de la constitucionalidad, y que posteriormente haga oposición al poder elegido por la ciudadanía.
Mientras esto no cambie, España seguirá caminando, cual funámbulo, sobre la cuerda floja.
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