Se cumplen 90 años de la instauración de la Segunda República, cuando se debate en España sobre la continuidad de la monarquía -un debate que tiene menos repercusión, la verdad sea dicha, de lo que algunos quisieran-, y en medio de cierto clima de crispación auspiciado por determinados políticos y medios de comunicación que, con una frivolidad vergonzante, manipulan la historia desde la intolerancia ideológica.
Entre tanta tergiversación del pasado, la consigna más reiterada, tanto que parece calar en la sociedad, es la que repite que la guerra que comenzó en julio de 1936 es responsabilidad de la República, a la que, de paso, acusan de ser un apéndice del comunismo, contrario a los ideales, al espíritu español, obviando que en ningún gobierno republicano, hasta que comenzó la guerra, hubo un ministro del Partido Comunista, ocultando con perversidad que en ningún gobierno del Frente Popular, entre febrero y julio de 1936, hubo ni comunistas, ni socialistas, solo republicanos reformistas y liberales, que en ningún caso plantearon una revolución social.
Como han recordado recientemente Francisco Carantoña y Julián Casanova, lo que ocurrió es que España iba, en 1931, contracorriente. Mientras que en Europa, todas las repúblicas que surgieron en las primeras décadas del siglo XX fueron derribadas, excepto la irlandesa, por la ultraderecha o el fascismo, en España se instauró una República democrática, en medio de una grave crisis económica mundial.
Y en ese contexto se enmarcan los intentos por acabar, no solo con la República, también con la democracia, que comenzaron en España desde las primeras semanas de su instauración, intentos que se plasmaron ya en 1932 cuando el general Sanjurjo encabezó el primer conato de golpe de estado militar, poco antes de que dirigentes de la CEDA, como Gil Robles, asistieran al congreso del Partido Nazi en Nuremberg en 1933, mientras que Calvo Sotelo propugnaba un estado corporativo que, al estilo del fascismo italiano, acabase con la democracia y la Falange de Primo de Rivera, proclamada fascista, planteaba la "dialéctica de los puños y las pistolas".
Los republicanos cometieron errores, sin dudas, pero no fue la República la que provocó la guerra civil. El sueño republicano era, y es, el de una democracia social, en un régimen de Libertad y Justicia sin distinciones de clase. Y a eso hay que aspirar.
Como no estuve allí pues resulta que hay cosas que nunca sabré y me impediría opinar con objetividad, Sin duda hubo un golpe de Estado de origen cívico militar contra la Republica. Nunca sabré porque la Republica dejó de ser un Estado democrático y de derecho,so pena de oponerse al fascismo,Nunca sabré como se gastos y a manos de quienes fueron el tesoro español a bordo del barco “Vita” y como se despojó al,pueblo español de la reservas del Banco de España que se transfirieron a un país extranjero, que bien cobró,su “ayuda” contra el fascismo,Y tantas cuestiones como,que el,primer gobierno socialista no honrara a sus muertos y combatientes republicanos y a todos los represaliados que “creyeron” en un proyecto ninguneado,por partidos, sindicatos e ideologías.Un proyecto democrático, pero con escasos demócratas. Todos ello burgueses e intelectuales, pero escaso de número en las bases populares.
ResponderEliminarY como usted aspira a la Republica para conseguir los “valores” que destaca al final de su comentario, creo que aún vive emocionalmente en la Monarquia de Alfonso XIII.
No, Diego, vivo en el siglo XXI en un país donde se hacen leyes como la Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, BOE de 31 de marzo de 2015, denunciada por la ONU, Amnistía Internacional o el Observatorio de Derechos Humanos, que el actual gobierno prometió derogar y no lo ha hecho.
ResponderEliminarY sobre el "oro de Moscú", le recomiendo leer el libro de Ángel Viñas.