En la época en que calzábamos
zapatos Gorila, mascábamos chicles Bazoka, "siempre en la boca".
Aquellos bloques cilíndricos, duros al principio, consistentes siempre, mantenían el sabor, o así me lo parece en mi recuerdo nostálgico.
Y contribuían a otras aficiones infantiles, como coleccionar cromos, o leer "hazañas bélicas".
Cuando cambiaron el bloque de chicle por un diseño moderno, rectangular, tuvimos la impresión de que, con el cambio, perdían sabor.
Lo que si perdieron fue consistencia y, en mi caso, un cliente.
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