Con esa corta frase encabezaba Yolanda Vallejo un artículo que, algunos, han considerado excesivo, por personalizarlo, por atribuirse un protagonismo en el texto que, seguramente, la autora no pretendía darle, ya que Vallejo hacía una reflexión lúcida sobre algo que parece evidente: cuando no se puede, no se debe.
Es duro, pero también es cierto que trabajar con pocos medios y con prisas, puede provocar resultados, en parte o totalmente, frustrantes. Y eso es lo que ha podido pasar con las exposiciones del Tricentenario de las que Yolanda Vallejo habla en su artículo.
No me habían hablado bien de la que se puede ver en los claustros de Diputación, pero creo que no está tan mal. Considero que el principal problema es que le sobra espacio y faltan objetos, como evidencia el exceso de piezas de La Caridad que contrasta con la escasez de otras de diferente temática y, sobre todo, la parte final es excesiva. Faltan piezas y contenido, y el espacio expositivo se rellena con cajas y con reproducciones de imágenes muy conocidas, dispuestas como un mosaico, para cubrir un pasillo que, imagino, se hizo largo a los responsables de la exposición. Pero el comienzo y las primeras partes, con una escenografía bien realizada y piezas acordes a lo que se pretendía contar, insisto, no está mal.
La de Unicaja es distinta, aquí me imagino a los responsables acongojados, intentando cubrir tres salas, para las que contaban con escaso contenido y muy poco argumento. Eso explica que, para cubrir las paredes, se haya recurrido a fotografías, sin duda de calidad, pero ya conocidas, a recortar figuras igualmente conocidas, que encajan, unas y otras, en una cronología variable: igual sirven para fines del siglo XVIII, que comienzos del XIX. Sin embargo, sorprende la falta de rigor historiográfico cuando se exponen objetos fuera del contexto histórico de la exposición, piezas del siglo XIX.
Es posible que muchos visitantes desconozcan que Fortuny pintó "La vicaría" en 1870, por lo que el abanico que reproduce la escena quizás pase desapercibido, pero los billetes del Banco de Cádiz, de 1846 y 1847, la prensa y el telescopio del siglo XIX, la factura de 1851, o el juego de café de 1860, entre otras piezas, no deberían estar en una exposición dedicada al siglo XVIII.
Creo que a eso se refería Yolanda Vallejo con su "Yo expongo": si no se puede, no solo no se debe, es que no hay que hacerlo.
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