Antonio Carmona, candidato del PSOE al ayuntamiento de Madrid, no se ha enterado de que España es un país aconfesional. Si lo supiera, que debería saberlo -y si no que su partido, coautor de la Constitución de 1978, lo cese-, no pediría que una mujer imputada por un delito que no debería serlo -expresar una opinión contraria a que un organismo público, estatal, mantenga un local confesional-, dimita.
Lo dice el refrán, no hay que confundir el culo con las témporas.
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