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martes, 10 de febrero de 2015

El Oratorio, símbolo del fracaso del Bicentenario


Cuando se comenzó a debatir, hace casi nueve años, sobre la rehabilitación del Oratorio de San Felipe Neri para el Bicentenario de la Constitución de 1812, la sorpresa que causó el rechazo de algunas personas a su uso, con la excusa de una hipotética desacralización, me hizo publicar algunos artículos en Diario de Cádiz sobre el asunto, ya que, como otros muchos, consideraba que el acuerdo entre la Junta de Andalucía y el Obispado de Cádiz era positivo para la ciudad.

Lamentablemente, la primera idea, que pretendía convertir el conjunto formado por el Oratorio y el colegio en un centro internacional de estudio, análisis, defensa y referencia de la libertad y los principios democráticos, en un centro de estudios sobre el constitucionalismo en España e Iberoamérica, no encontró respaldo en la ciudad, incluso con lo que se topó fue con un rechazo incomprensible del AMPA del centro y del ayuntamiento, a los que se unieron un colectivo de poco más de doscientas personas que lograron finalmente se olvidara.

Finalmente, tras aclarar el Obispado y la Junta que nunca se había hablado de la desacralización, se logró un acuerdo de rehabilitación del Oratorio y la adecuación del edificio anexo para un centro de interpretación. Cuando se inauguró el edificio rehabilitado y el centro, que incluía la proyección en la cúpula del Oratorio un breve documental sobre las Cortes en San Felipe, todos aplaudieron la obra realizada.

La sorpresa vino tras terminar el año 2012, cuando el Obispado, dirigido por un nuevo titular, cerró la comunicación del Oratorio con el Centro de Interpretación, incluso dificulta, a día de hoy, su visita como el lugar en el que se redactó y proclamó la primera Constitución española, la gaditana de 1812.

Pero por mucho que les moleste, por mucho que traten de ocultarlo y por mucho que impidan actividades y visitas de quienes ven en el Oratorio de San Felipe Neri el lugar donde nació el constitucionalismo español, hay que recordarles que el Oratorio es famoso, es importante en la historia, no solo de España, por haber sido la residencia de las Cortes que elaboraron la primera Constitución española, el Oratorio es famoso por haber nacido en él la Constitución de 1812.

Y, en su situación actual, de uso restringido y visitas condicionadas, olvidando, incluso ocultando, su carácter de templo constitucional, no es más que un símbolo de la intolerancia y del fracaso del Bicentenario.

4 comentarios:

  1. Como símbolo es todo un acierto. Simboliza el poder y la esencia de la iglesia católica, una gran empresa sin ánimo de lucro con la que colaboran muchos no católicos.

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  2. Una gran empresa, dice Vd., sin ánimo de lucro, pero subvencionada con dinero de los impuestos de todos los españoles, incluso de los no creyentes y de los que no quieren que su dinero se entregue a ninguna confesión religiosa, que, en este caso, ha incumplido un compromiso.

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  3. Creo que desde la Junta de Andalucía se erró al no haber dejado claro en el convenio de colaboración con la Iglesia, una correspondencia con la enjundia de los trabajos realizados con dinero público.

    Por otra parte, el estado actual del Oratorio, pendiente de autorizaciones de la Iglesia para celebrar actos civiles, restringido y con un horario en el que cada fin de semana muchos turistas se quedan rondando fuera, sin poder entrar porque lo encuentran cerrado, encarna también 200 años después el malogramiento de la Constitución de 1812, cuando la reacción anticonstitucional (en la que se apoyó el Rey) trató de echar por tierra lo que se había alcanzado.

    Como mínimo, y dentro de lo ya hecho, pediría que el Oratorio permanezca abierto el mayor tiempo posible, mañana y tarde, en los días en los que se le supone mayor afluencia de público. De lo contrario, me parecerá un sinsentido incluirlo en las rutas turísticas, si luego no es posible visitarlo.

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  4. El actual horario y, lo que es más lamentable, las condiciones para acceder, estropean la labor realizada. Y una visita al centro de interpretación, sin poder ver el oratorio, minimiza su interés.

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