Diego de Alvear. Museo Naval.
No digo yo que el brigadier Diego de Alvear no se merezca un homenaje y un busto en Cádiz, pero de ahí a afirmar que fue el que salvó a Cádiz de los franceses, me parece una injusta exageración.
Tras la victoria en Ocaña (19/11/1809), el ejército napoleónico inició
la invasión de Andalucía al mando del general Victor. El día 1 de febrero el ejército francés entró
en Sevilla, donde Victor decidió dar un descanso a sus tropas durante dos días,
una decisión que fue de suma importancia para la defensa de Cádiz, ya que cuando
el
ejército francés cruzó Sierra Morena el duque de Alburquerque, que se
encontraba operando por Extramuros, consciente del peligro que suponía la
ocupación de Andalucía, decidió, pese a órdenes en sentido contrario, dirigirse
hacia Sevilla, ciudad que incluso se planteó reconquistar, pero ante la
dificultad de lograrlo concluyó que la mejor posibilidad de defensa era mantener
libre la ciudad de Cádiz, para desde aquí, con la unión de su ejército y los
barcos españoles anclados en la bahía gaditana, iniciar acciones defensivas y
de acoso al ejército francés. Además manteniendo libre el puerto de Cádiz, los
abastecimientos no podían faltar, ni la unión con América, que se consideraba
fundamental para la resistencia.
Alburquerque obligó a sus tropas a una carrera
vertiginosa y, con los enemigos pisándoles materialmente los talones, el día 2 de febrero entraron en la Isla de León las primeras
avanzadillas del ejército de Extremadura, y el propio Alburquerque entró en
la Isla el día 4 con el grueso de su ejército, un contingente de tropas cansado y hambriento que fue aclamado por la población como sus
auténticos salvadores, pues ciertamente la llegada de este ejército, y las decisiones
que inmediatamente se tomaron, fueron fundamentales para la defensa de la San
Fernando y Cádiz: se reorganizó la defensa, se reforzaron las fortificaciones y
baterías, etc.
El conjunto de la Isla de León y Cádiz estaba
históricamente bien guarnecido, y además se había estado preparando para la guerra
desde mediados de 1808. Incluso para reforzar las defensas de Cádiz un proyecto
de 1800, siendo gobernador de Cádiz Tomás de Morla, se comenzó a ejecutar en el
verano de 1808: el Fuerte de la Cortadura de San Fernando, una obra que se
culminó durante el asedio, con la colaboración voluntaria del vecindario de
Cádiz en los primeros momentos de la construcción. También antes de 1810,
Francisco Javier de Uriarte, Capitán
General de Andalucía, había ordenado reforzar las baterías del puente
Suazo y las fortificaciones de Sancti Petri, que a la postre resultaron fundamentales.
Un día después de la entrada en la
Isla de León de las tropas de Alburquerque, llegó el
ejército del mariscal Victor que se detuvo frente a la Isla de León el día 5 de
febrero. Victor venía al frente del primer cuerpo del ejército francés, compuesto
por cuatro divisiones que sumaban unos 16.000 combatientes, sin contar mandos y fuerzas
auxiliares.
Para organizar
la defensa, en Cádiz estaban los regimientos de Irlanda, de Zaragoza y el de
Órdenes Militares y en la Isla de León fuerzas de marina e infantería de marina
y se creó la Legión Real de Marina al mando del brigadier Serrano Valdenebro. A
estas fuerzas se sumaron las del ejército de Extremadura, compuesto por una
variada diversidad de cuerpos de diferentes procedencias: Imperiales de Toledo,
Granaderos de Canarias, Guardias Walonas, etc., a los que se sumaban varios de
Caballería al mando del general José de Lardizábal. El mando supremo se otorgó
al duque de Alburquerque, teniendo como Segundo Jefe en el gobierno militar y
político al mariscal de campo Andrés López y Sagastizábal. Conviene señalar que
la dirección militar de la defensa de la Isla de León y Cádiz cambió con
frecuencia a lo largo del asedio francés, destacando en la defensa de la Isla y
Cádiz militares como Blake, Zayas, duque del Parque, Lapeña, Eguía, Lacy,
Copóns, etc
Además de los ejércitos españoles
citados, había en Cádiz fuerzas inglesas y portuguesas, unos 5.000 soldados, al
mando del general William Stewart, a quien pronto sustituyó el general Graham, y
que tuvieron a su cargo la defensa de los restos del fuerte de Matagorda que
ingenieros británicos y españoles decidieron reforzar, así como la defensa y
reforzamiento de la línea de la playa, en el istmo gaditano, para complementar
la defensa del castillo de Sancti Petri.
A
estos cuerpos militares se unieron los de voluntarios formados por vecinos de
Cádiz y la Isla: los Escopeteros Salineros, Artilleros Voluntarios, Milicias Urbanas,
Voluntarios Distinguidos de Línea, Infantería Ligera, Voluntarios de Extramuros,
Cazadores, etc.; son los conocidos con los populares nombres de guacamayos, cananeos, lechuguinos, perejiles,
pavos, etc.
En conjunto, las defensas de la Isla de León y las de
Cádiz ofrecían una poderosa imagen de fortaleza difícil de conquistar. La Isla estaba defendida por una línea que se puede trazar entre el Arsenal de
la Carraca y el castillo de Sancti Petri siguiendo el caño de este mismo nombre
como muralla natural. Además la defensa se reforzó con un buen número de baterías,
baluartes y reductos según el plan trazado antes de la llegada de los franceses
por Francisco Javier de Uriarte, reforzando sobre todo los alrededores del
puente Suazo con las baterías de Santiago y San Judas y del Portazgo, que estuvieron
a cargo de los artilleros de marina del brigadier Diego de Alvear, y que tuvieron un papel destacado en los combates, pero de ahí a concluir que Alvear salvó a Cádiz del
ejército francés, hay un gran abismo.
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