La conocí hace unos doce años. Nos condujo hasta La Fuente el historiador y amigo, hermano, Mario Trujillo. La Fuente es un local que te capta desde que entras. A la izquierda una gran barra, seguida de bidones y depósitos en los que bloques de hielo -de nieve decíamos en Cádiz- enfrían la cerveza. Tras el pasillo de la barra, un gran salón dividido en dos por la balcontea de los músicos, pues en La Fuente casi siempre hay música, la de músicos profesionales, la de mariachis que cantan entre las mesas y la de los tertulianos y parroquianos -literatos, artistas, profesionales liberales, universitarios...- que acuden a la cantina y, habitualmente, terminan cantando alguna ranchera a coro.
En La Fuente se beben las excelentes cervezas mexicanas, además de tequila, acompañado de las populares limetas y sal, y, como novedad relativamente reciente -antes no se comía nada- se pueden tomar botanas, empanadas y unos bocadillos de carne en salsa excelentes y muy apreciados.
La historia de Cantina La Fuente se remonta a 1921, aunque se abrió en un local diferente al actual, pues en la sede que conocemos lleva desde 1950. Preside el local una vieja bicicleta, objeto de una leyenda que, pese a haber sido desmentida muchas veces, se mantiene. Dice la leyenda que la bicicleta la dejó allí, en prenda, un cliente que no pudo pagar sus cervezas, anunciando que volvería a buscarla con dinero. La realidad es que la dejó allí un individuo que entró bastante bebido, pidió permiso para ir al "orinadero", salió del servicio y se marchó sin más, desde entonces, desde 1957, los dueños de La Fuente están esperando a que el propietario de la bicicleta vuelva, y para que no se pierda, la colocaron en lo alto de la estantería de la barra, presidiendo esta excelente cantina.
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