Entre los
precedentes de la Universidad de Cádiz se cita una institución que se remonta
al siglo XV, el Colegio de Pilotos dependiente de Cofradía de los Vizcaínos que
existió en la ciudad gaditana. Pero, si bien es cierto que dicho Colegio
examinaba a quienes pretendían gobernar las naves que surcaban el Atlántico,
desde Inglaterra a las costas africanas, también es cierto que el Colegio de
Pilotos Vizcaínos no era una institución de enseñanza superior reglada.
Como ya escribiera el historiador portuense
Hipólito Sancho de Sopranis
(1893-1964), el Colegio de Pilotos respondía al modelo medieval de las
cofradías, es decir, una institución gremial, que se acogía a patronato
religioso, y que como tal gremio mantuvo la exclusiva de proporcionar pilotos
experimentados para las travesías marítimas, incluso para los viajes de
exploración que comenzaron a proliferar desde mediados del siglo XV. De ahí la
función examinadora que tuvo el Colegio, examen que servía para seleccionar a
nuevos pilotos que se integraban en la cofradía, en el gremio. Era por tanto un
Colegio profesional, más que una institución docente, tal y como señaló Julio
Guillén Tato, para el que el Colegio de Pilotos Vizcaínos no era una “Escuela
de Náutica”, era ante todo una entidad gremial, un colegio profesional al
estilo, dice, de los de abogados y médicos, pero que, como tal gremio,
realizaba exámenes y, en tanto que tales exámenes eran prácticos, se pudieron considerar
una cierta enseñanza práctica del oficio.
El Colegio de Pilotos
Vizcaínos era, por tanto, una hermandad profesional, una cofradía con las
connotaciones de prácticas religiosas similares a las actuales, pero era sobre
todo un gremio bastante cerrado, en el que solo se admitían pilotos naturales
de las provincias vascongadas del litoral peninsular.
Según Hipólito Sancho
la cofradía pudo surgir hacia 1477, cuando Cádiz era punto de partida y
aprovisionamiento de las expediciones al litoral atlántico africano, llegando
al golfo de Guinea y Canarias. La exclusividad en la selección de los pilotos,
que se integraban como hermanos en la cofradía, el auge de las expediciones y
su constante aumento, favorecieron que el Colegio obtuviese abundantes
beneficios convirtiéndolo en una rica institución, lo que propició que, según
Agustín de Horozco, por licencia de 1483, pudiese construir y mantener su
propia capilla en la Catedral de Cádiz, hoy parroquia de Santa Cruz, en la que,
como era norma en las cofradías gremiales de la época, podían conmemorar su
patronazgo, reunir la Junta del Colegio, enterrar a sus cofrades, incluso
celebrar allí los exámenes por los cuales admitían, o rechazaban, a quienes
querían ejercer de pilotos e integrarse en el Colegio. De todo ello da cuenta
Agustín de Horozco al explicar que la capilla la fundaron los marinos
vascongados y vizcaínos, que formaron una Junta, llamada Colegio, que les
servía para “conocer y examinarse”, siguiendo sus propias ordenanzas que,
añadimos nosotros, sólo se conocen mediante su ratificación por Real Cédula de
los Reyes Católicos de 18 de marzo de 1500. Continúa Horozco explicando que, al
no tener un lugar fijo donde celebrar sus juntas y los exámenes, acordaron
construir su propia capilla en la Catedral, bajo la advocación de Nuestra
Señora de las Angustias.
El
Colegio de Pilotos Vizcaínos desapareció cien años después de construir la
capilla, en 1583. La capilla pasó a manos de los mercaderes vizcaínos –los
nacionales de Vizcaya y Guipúzcoa-, a los que se unieron, a finales del siglo
XVI, comerciantes de la provincia de de Álava y del reino de Navarra. Cuando,
por reformas en la iglesia, se transformó la capilla en la parroquia de Santa
Cruz, catedral vieja de Cádiz, se conservó el escudo de Guipúzcoa en la parte
superior del lado de la epístola, como testimonio de la obra del antiguo
Colegio de Pilotos Vizcaínos.
Antxon lo ha enriquecido con fotos, como se puede ver en euskadiz.com.
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