Hace
casi un siglo y medio un diputado en el parlamento español preguntó “qué pasa
en Cádiz”, pidiendo de esa manera que le explicaran los acontecimientos
revolucionarios acaecidos en la ciudad en el “sexenio democrático”. Por
entonces y durante muchas décadas, los gaditanos tenían fama de ser gente
activa, inconformista, trabajadora, exigente, culta, avanzada –y no me refiero sólo
a ideologías-, destacando, además, por su civismo.
Pese
a que de inmediato alguien me lance la acusación de ser un derrotista, muchos
concordarán conmigo que buena parte, o la totalidad, de esas cualidades se han
esfumado. Mientras que se sigue proclamando a voz en grito el amor a Cádiz y lo
gaditano, lo cierto es que da la impresión que ese amor a la ciudad no se
practica, que se ha llegado a una actitud de conformismo con lo que hay que se
traduce en desidia, dejadez y abandono. Lemas y gritos, por otra parte
simpáticos, como “lo siento, no todo el mundo puede ser de Cái”, “de Cái,
pisha”, que tratan de mostrar un espíritu orgulloso sobre la ciudad, y
transmitir también el mensaje de que Cádiz es lo mejor, se unen a cánticos como
“alcohol, alcohol…, hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual”,
que, quizás inconscientemente, son una muestra del conformismo y resignación
con que los gaditanos afrontan el presente. En una ciudad donde el paro, la
infravivienda y las drogas están presentes en el acontecer de cada día, en
demasiadas ocasiones parece que nos evadimos reafirmándonos en lo bueno que es
ser gaditano.
Ese
conformismo, esa resignación, también parecen estar propiciados por los poderes
públicos –y no exculpo a ninguno-, más volcados últimamente en financiar
fiestas, Carnaval, procesiones y fútbol, que en fomentar la participación
crítica de los ciudadanos en la gestión de la ciudad. Una ciudad de la que se
sigue vendiendo la imagen del gaditano “artista”, amable e ingenioso, y que se pregona
como un lugar envidiado y al mismo tiempo generoso, que llega a manifestar que
“los gaditanos nacen donde quieren”, como una muestra más de la aparente afabilidad
de Cádiz y los gaditanos, a pesar de que, como es conocido, esa expresión no es
exclusiva de Cádiz, ya que, antes que de los gaditanos, se decía de los
bilbaínos que nacen donde quieren.
Y
puestos a adoptar gracias ajenas, les propongo un viejo chiste sobre los
bilbaínos, adaptado a Cádiz:
- Yo antes era una persona vanidosa e insoportable.- ¿Ahora ya no?
- No, ahora soy perfecto, me he hecho de Cádiz.
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