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sábado, 13 de abril de 2013

De gorras, sombreros y buenas maneras

EN su novela Cádiz y sus misterios, Antonio Redondo narra cómo uno de sus personajes, de visita a casa de unas amigas, cometió una falta de educación cuando, al entrar en la sala, depositó su gorro sobre la mesa, con una actitud que ni la confianza, ni la amistad, podían permitir, puesto que las normas de comportamiento y urbanidad establecen que, como mucho y siempre por iniciativa del anfitrión, nunca del invitado, el sombrero se podría dejar en una silla, aunque lo natural sería haberlo dejado, al entrar en la casa, en el perchero, que para eso los percheros tenían una balda superior plana, donde dejar gorras y sombreros.

Desde hace ya tiempo recuerdo ese episodio de la obra de Redondo y echo de menos la reedición del Manual de las buenas maneras de Ángel Amable, u otros tratados de urbanidad, que se antojan necesarios ahora que se ha puesto de moda otra vez el uso de sombreros. Imagino que ustedes, como yo, habrán observado que cada día hay más hombres que se unen a esta moda, pero que, lamentablemente, no saben darle el uso adecuado, sobre todo cuando entran en un establecimiento público, donde olvidan la regla de buena educación que dice "en sitio cubierto, hay que estar descubierto", norma, por cierto, que sólo es aplicable a los hombres, no a las mujeres, a menos que el sombrero sea excesivamente grande, engorroso e incomode a los acompañantes.

A la mala costumbre de no descubrirse al entrar en un lugar cerrado, se une, en el caso de tabernas y cafeterías, la falta de educación e higiene que supone dejar el gorro sobre la barra o la mesa, en el mismo lugar donde otras personas están comiendo o bebiendo, que mirarán la prenda depositada al lado de su plato preguntándose por la capacidad de sudoración de su dueño, o por la frecuencia con la que se lava el cabello, puesto que no hay que ser un lince para saber que el sombrero, la gorra o el casco de motorista que han dejado a tu lado en la barra, no ha pasado por la lavadora en mucho tiempo. Es cierto que es un problema de los servicios prestados por los locales de hostelería, donde es prácticamente imposible encontrar percheros -no ocurre igual en otras regiones españolas-, pero eso no justifica la falta de cortesía de ocupar parte de la barra con sombreros, bolsos o chaquetones, incomodando al resto de los clientes. Así que ya sabe, si le gusta usar sombrero, gorra o boina, hágalo, pero recuerde que es de educación quitárselo al entrar en un lugar cerrado, como es de educación no dejarlo en el mostrador incordiando al vecino.

Publicado en Diario de Cádiz, 13 de abril de 2013

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