POR mucho que creamos que la conocemos, Cádiz es Cádiz y siempre nos
sorprende. Hace ya casi treinta años un colaborador de la extinta
Fundación Gaditana del Carnaval propuso organizar, en el tablado de la
plaza de San Francisco, un concurso de charangas y chirigotas callejeras
o ilegales. El argumento era sencillo. Las charangas y callejeras no
participaban en el concurso oficial del Falla, de ahí que recibieran el
nombre de ilegales, de manera que sin perder su identidad se les podía
organizar un concurso "no oficial" en la calle. Inmediatamente surgieron
unas normas "mínimas" que deberían cumplir quienes acudieran a ese
concurso "no oficial" y se establecieron premios. Por suerte, la
iniciativa fracasó, pues, pese a que algunas charangas y callejeras
entraron al trapo, pronto se generalizó un rechazo a lo que, en el
fondo, era un nuevo concurso oficial.
He recordado lo que les cuento al leer que las agrupaciones
callejeras, las ilegales que no participan en el concurso del Falla, se
han reunido, han formado una especie de comité de coordinación y han
solicitado, oficialmente, una entrevista con la alcaldesa para tratar
sobre lo acontecido en la madrugada del lunes 25 de febrero, cuando la
policía local de Cádiz, a instancias de algunos vecinos y personal del
servicio de limpieza, impidió que alguno siguieran cantando por el
centro de la ciudad después de las 12 de la noche del domingo. La
intervención policial, seguida de denuncias entre las dos partes,
provocó un par de manifestaciones de protesta en la plaza de San Juan de
Dios, y la petición de la reunión con la alcaldesa para tratar sobre la
aparente restricción de derechos y libertades que supondría la
actuación policial.
Si la petición parece innecesaria -los derechos constitucionales
se ejercen, no se negocian-, la respuesta municipal, de la alcaldesa,
es sencillamente genial, para figurar en una antología de habilidad
política. Teófila Martínez recibirá a la comisión de ilegales con la
condición de que reconozcan previa y públicamente que "en Cádiz no hay
ningún problema de libertad de expresión ni de pérdida de derechos
cívicos", ya que el Ayuntamiento no puede "admitir que en Cádiz hay
falta de libertad". Es decir, la alcaldesa acepta tratar con las
ilegales el problema, siempre y cuando antes de la reunión reconozcan
que el problema no existe. Una respuesta que, en sí misma, es puro
Carnaval.
Publicado en Diario de Cádiz, 23 de marzo de 2013
Para mí, este tipo de respuestas, aparte de la incoherencia manifiesta, denota autosuficiencia y falta de contrincantes políticos de peso. Como quien se sabe seguro de que se diga lo que diga la ciudad y su electorado todo lo aguantan.
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