No se trata
de acomodarnos en la nostalgia, ni de recrearnos en la frustración, se trata de
tomar conciencia de cómo estamos y de cómo podíamos estar, por ello no es malo recordar
lo que se programó y no se ha realizado, para tratar, por enésima vez, de
aprender de los errores cometidos. El Doce ha sido la penúltima oportunidad que
Cádiz ha tenido para un desarrollo extraordinario, penúltima porque es
preferible pensar que queda la última, quizás, como recordaba José Joaquín
León, citando a Manuel Bustos, el 2017, aunque el tricentenario de la llegada a
Cádiz de la Casa de Contratación no puede tener el nivel nacional que debió
tener el Bicentenario de la Constitución de 1812.
Por eso mismo, sin olvidar que el
Ayuntamiento ha sido el principal impulsor de la conmemoración, o que
instituciones como la UCA o asociaciones privadas han colaborado ampliamente, conviene
recordar, por ejemplo, que a finales del 2007 la Junta de Andalucía presentó un
plan de recuperación del patrimonio gaditano con motivo del Bicentenario, plan coordinado
por la Oficina
de Rehabilitación –que nombró su propia Comisión del Doce-, y prometía una intervención
integral en el casco histórico gaditano que, con un programa que incidía en
definir la identidad de Cádiz, incluía la atención al comercio o la
colaboración con infraestructuras culturales. Todo se diluyó, empezando por la
Comisión formada, y la crisis terminó de sepultar el plan.
En el mismo proceso y, en
ocasiones, con similares explicaciones –la crisis, la dichosa crisis-, se
fueron quedando en el camino los planes de ampliación de plazas hoteleras
–aunque el caso de Valcárcel tiene una explicación política diferente-, el
“plan renove” de la hostelería, en este caso cuestionado, incomprensiblemente,
por la propia patronal hostelera, la rehabilitación y uso cultural de los
depósitos de tabacos o de murallas y baluartes, sin olvidar las conexiones
ferroviarias inacabadas, el tranvía, el nuevo puente o el nuevo hospital
regional que, se dijo, podría estar para el 2014 o 2015. Incluso asuntos menos
costosos, materialmente, pero de importancia como legado de la Constitución
gaditana, la fundación Cádiz-Libertad, el proyecto de recuperación y
digitalización documental y el portal informático abierto a todos los
interesados.
Recordar todo ello no es una mirada nostálgica, ni la expresión rabiosa
de un sentimiento de impotencia, es una propuesta para mirar al futuro, pero
con prudencia y sin tirar campanas al vuelo.Publicado en Diario de Cádiz, 12 de enero de 2013
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