Ha repetido en estos días José Ignacio Wert, ministro de Educación,
Cultura y Deporte, que una mayor financiación no asegura la calidad de
la enseñanza, pero no ha explicado cómo los recortes económicos, el
descenso de becas, la disminución de la plantilla de profesores o la
rebaja en los presupuestos de investigación van a contribuir a mejorar
la calidad de la educación en España. Y en apoyo de los argumentos del
ministro, en estas mismas páginas, prácticamente en el mismo espacio que
ocupa esta columna, se ha defendido la privatización y mercantilización
de la educación, culpando a la progresía de izquierdas del fracaso
escolar.
Quizás un repaso a la historia de España de los dos últimos
siglos ayudaría a entender el asunto. Ya los constituyentes gaditanos
plantearon la necesidad de una escuela pública en todos los pueblos de
la monarquía, deseo incumplido muy pronto cuando los poderes
conservadores mantuvieron el control ideológico de la enseñanza en manos
de la iglesia, que además de adoctrinar, entendió la educación como un
negocio. Pero no mejoró, ni prosperó así España.
Frente a esa política privatizadora, muchos países europeos
apostaron desde comienzos del siglo XIX por una educación pública
mantenida por los recursos del estado y son, ahora, el modelo, el
ejemplo, que quienes critican la educación pública airean
constantemente. Lo he escrito en alguna ocasión. Hace ya años Seymour
Martin Lipset, en su libro El hombre político, cruzó diversas variantes
económicas y sociales, como la riqueza de un país, la industrialización,
la urbanización y la educación para concluir como están estrechamente
ligados los desarrollos en educación y cultura con el desarrollo
económico y la democracia. Y grandes maestros de la economía han
insistido en la necesidad de apostar por invertir en la educación para
mejorar el desarrollo económico, una política que está recomendada,
incluso, por el Banco Mundial, que afirma que "la educación es uno de
los instrumentos más poderosos para reducir la pobreza y la desigualdad y
para sentar las bases de un crecimiento económico sostenido", e insiste
en la necesidad de asignar recursos eficaces y adicionales para la
educación primaria. Por eso el Banco apoyó la Iniciativa Educación para
Todos que se ha puesto como meta lograr que en el año 2015 la educación
básica gratuita y universal sea una realidad.
No es esa la línea que parece seguir el actual gobierno español.
Por eso, cada vez que leo noticias sobre recortes en Educación y, de
manera especial, cuando escucho al ministro Wert, me acuerdo de Juan
Bravo Murillo, quien siendo ministro de Instrucción Pública -entre otras
tareas anejas a su ministerio-, cuando le solicitaron una escuela
nocturna para obreros, el político liberal contestó con toda sinceridad:
"No en mis días. Aquí no necesitamos hombres que piensen sino bueyes
que trabajen".
Publicado en Diario de Cádiz, 20 de octubre de 2012.
Magnífico artículo. Se agradece el darle luz a la Historia de España. En apoyo de esa frase que citas, viene toda esa corriente que también ha calado a todo el mundo sobre la inutilidad de los estudios superiores que no son inmediatamente rentables, como los de las facultades de letras, en favor de la FP que, aunque sea necesaria, no exige perjudicar a los estudios superiores. También en ese aspecto va lo relativo a que la universidad debe servir sólo para cualificar para el trabajo y "ser útil". Cuando esto de la utilidad daría para un debate menos miope. Gracias.
ResponderEliminarPd: no has hablado sobre la disparatada inflación de las tasas, que está dejando a un buen puñado de gente fuera de la universidad y que, quizá, a otros les vaya a impedir concluir unos estudios ya iniciados.
Gracias, Jesús.
ResponderEliminarHe dejado varias cosas en el tintero, por el número de caracteres, que ya está al límite.
Un artículo redondo
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