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sábado, 13 de octubre de 2012

Setenta años con La Manzanilla

El martes 13 de agosto de 1942, don José García Harana, acompañado de sus hijos Manuel y Miguel, entró en el Despacho de Vinos de Barón, en la calle Feduchy de Cádiz, para hacerse cargo de la tienda especializada en los caldos sanluqueños. Su hijo Miguel, de unos 14 años, compaginó durante cierto tiempo el trabajo en una entidad bancaria en El Puerto de Santa María, con la colaboración con su padre y hermano en la marcha del despacho de vinos, hasta que poco después de la explosión de Cádiz de agosto de 1947, sin que hubiera apenas cumplido los años que entonces se requerían, oficialmente, para ser declarado mayor de edad tuvo que sustituir a su padre al frente del despacho de vinos. Unos años después, Miguel García Gómez compró el negocio de vinos a los herederos de Barón, fundando, en 1955, la taberna La Manzanilla.


Desde siempre, pero sobre todo desde que Miguel García Gómez, don Miguel, se hizo cargo de La Manzanilla, su taberna cumplió y cumple los cánones de la excelencia tabernaria, al saber interpretar su taberna como un lugar privado y público al mismo tiempo, en el que juega un papel esencial el tabernero que, por una parte se preocupa por mantener la calidad y peculiaridad de los vinos que ofrece -de Sanlúcar y sólo manzanilla y amontillados sanluqueños cuidados, mimados, en sus propios barriles-, como de procurar un espacio cómodo y atractivo para todo tipo de reuniones, para todo tipo de contertulios y parroquianos de la taberna. Una buena taberna, y La Manzanilla lo ha sido siempre, no realiza distinciones de clase, es una reunión de iguales en la que los habituales, y los visitantes casuales, encuentran una atmósfera en la que se complacen, un lugar que excluye toda ceremonia o urbanidad exagerada, mientras degustan un vino, una manzanilla, de calidad contrastada.

La taberna La Manzanilla, famosa entre otras razones por servir, sólo, con cada copa de manzanilla, dos aceitunas, es un lugar dónde se cuida, se mima el vino. A la hora de trasegar, todo un ritual de amor al excelente vino sanluqueño se desborda por la taberna. Y llegado el momento de degustar los caldos, en la taberna La Manzanilla se puede seguir, casi como en ningún otro local de Cádiz y de la propia Sanlúcar, un ceremonial iniciático que lleva a conocer las diferentes variedades de la manzanilla: fina, olorosa, pasada o madura, amontillado fino y amontillado viejo, verdadera estrella de la casa. 






Jubilado en 1992 don Miguel, se hizo cargo de la taberna su hijo José García Romero, Pepe, un enamorado del mundo de las tabernas y de los buenos vinos sanluqueños que ha sabido mantener la excelencia impuesta por su padre y que, incluso, ha recuperado las tradicionales cañas para servir la manzanilla. Hace poco, cuando se han cumplido setenta años de la familia en la taberna, Pepe ha visto nacer a su hijo Pepe Miguel, la cuarta generación de una saga entregada a cuidar la manzanilla de Sanlúcar.
Publicado en Diario de Cádiz, 13 de octubre de 2012.

1 comentario:

  1. Gran artículo y gran entrada, que los aficionados y simpatizantes del vino agradecemos.

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