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domingo, 4 de marzo de 2012

Rouco, el púlpito como arma de guerra




A don Antonio Mª Rouco Varela, Cardenal Arzobispo de Madrid, Presidente de la Conferencia Episcopal y Supremo Organizador de Manifestaciones Políticas hasta no hace mucho, no le gusta que critiquen a Mariano Rajoy y ha ordenado acallar las voces que, desde el seno de la propia Iglesia católica, critican la reforma laboral del gobierno del PP. Por eso don Antonio Mª Rouco ha emitido un comunicado que los Vicarios Episcopales deben enviar a todas las parroquias, en el que considera improcedente los comentarios cercanos, en su opinión, a postulados de izquierda y contrarios a la reforma laboral, críticas dadas a conocer por la Hermandad Obrera de Acción Católica y la Juventud Obrera Católica, que, para mayor pecado, animan a participar en las movilizaciones sociales y sindicales convocadas para los próximos días.
Rouco censura y quiere acallar a históricas organizaciones católicas de base que han publicado un texto conjunto en el que dicen que las reformas laborales "están socavando los derechos de las personas trabajadoras y de sus familias" y denuncian el abaratamiento del despido, la precarización del empleo juvenil y el excesivo poder otorgado a los empresarios, afirmando que el nuevo marco laboral "rompe el débil equilibrio conquistado históricamente entre capital-trabajo, alejándose del principio siempre defendido por la Iglesia de la prioridad del trabajo frente al capital". Por eso, terminan animando a participar en las movilizaciones convocadas por los colectivos "eclesiásticos, sociales y sindicales" y reclaman a los partidos políticos que se corrija el texto impuesto por el PP. 
Rouco, como buena parte de la jerarquía eclesiástica, sabe bien la importancia que siempre ha tenido el púlpito para adoctrinar ideológica y políticamente. El púlpito como ariete político, como arma de guerra.

2 comentarios:

  1. Parece que el autoritarismo de Rouco sigue minando la autoridad moral que emanaría de su cargo y de su persona, si recordara que existió el Concilio Vaticano II. Sea la cuestión que sea, sólo él puede hablar. Y cuando alguien de los suyos o no, tiene algo que decir, o se le manda callar o se le convoca una manifestación con aquel lema de la CEDA de Gil Robles: "Estos son mis poderes". "Dadme una mayoría absoluta y os daré una España grande". Y en eso estamos.

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  2. La relación del púlpito con la mayoría de los que, después, dicen que no les interesa la política, sino el bien de la patria es constante: el bien de la patria es el de su bolsillo. Todavía les queda mucho para compartir "su" patria con los demás.

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