Uno de mis personajes históricos favoritos es José Martí. En México DF, me encontré esta placa que recuerda su estancia en la ciudad, un año antes de morir luchando por la independencia de Cuba.
El Ajefismo es un movimiento que se inició en Estados Unidos de América y México a mediados de los años treinta del siglo pasado y se expandió por muchos países latinamericanos. El término procede de las iniciales del movimiento Asociación de Jóvenes Esperanza y Fraternidad (AJEF), que se fundamenta en un sistema de educación moral que profundiza en una visión humanista del mundo y la vida, en la educación en valores de una juventud que, si lo desea, después puede integrarse en la masonería. Un movimiento, por tanto, que encaja en los valores morales e ideológicos que José Martí representa.
El héroe cubano José Martí recibió una educación basada en los principios del humanismo social y desde muy joven tomó parte activa en movimientos culturales y políticos cubanos, creciendo en él la conciencia patriótica americana. Bien pronto conoció los efectos de su lucha política, y con poco más de dieciseis años fué condenado en Consejo de Guerra a seis años de presidio. Numerosas gestiones familiares -no podemos olvidar que el padre había sido suboficial del ejército español y ocupó cargos de escasa importancia en la administración colonial-, lograron que se conmutara la pena por la deportación a España. El día 1 de Febrero de 1871 llegó a Cádiz donde le sorprendió encontrar un talante político más avanzado de lo que suponía entre los españoles, por eso la calificó como "Cádiz valiente", y en un periódico gaditano, La Soberanía Nacional, publicó su primer artículo en España denuncando la represión en Cuba. También conoció a Fermín Salvochea, a quien siempre recordó con admiración.
En un artículo que le dediqué en el año 2002, terminaba diciendo:
"La obra política de José Martí es un hermoso llamamiento a la libertad y a la solidaridad humanas, por encima de creencias, de ideologías, de suelos y de banderas. Su lucha por la liberación de los cubanos es equiparable a sus ansias por la liberación de la humanidad de todos los yugos que tratan, aún hoy, de someterla".
Cuando quieras, podrías hablar o tratar de alguna de las placas de Cádiz, pues estoy seguro que alguna de ellas, además de lo que recuerda, tiene historia por sí misma. A mí me gustan -entre otras- las de Carlos Cuarteroni, en Canalejas, la de Adolfo de Castro, en Cervantes, y la de Adolfo Moreno Espinosa, en San Francisco, pero por lo que dice, pues no sé quién fue este señor, aparte de "Catedrático eminente, historiador y literato eximio. Varón integérrimo". Dicho eso, a ver quien dice nada.
ResponderEliminarLo haremos, Jesús, y así desterraremos un error muy difundido en Cádiz que equivoca un eslogan. Contra lo que se piensa, el dicho no es "Cádiz, tacita de plata", sino "Cádiz, tacita de placas".
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