Muchos comentarios coinciden en que la mayor aportación del recién fallecido Manuel Fraga Iribarne fue la refundación de la derecha española con el PP. Y no les falta razón. Lo que viene a continuación forma parte de un artículo que publiqué en el año 2003, describiendo el proceso de unificación de la derecha española a partir de 1975.
Tras la muerte de Franco, la derecha ha trabajado bien para lograr el poder. El gobierno de Arias Navarro, de equívoca “evolución”, incluyó a viejas glorias del franquismo y gente “nueva” avezada en la administración franquista. El primer gobierno Suárez, que inicia la Transición, incluía entre sus 19 miembros a nueve del gobierno anterior: Suárez, Calvo Sotelo, Martín Villa, Osorio, Pérez-Bricio y los cuatro militares.
Para las primeras elecciones, Suárez inventa Unión de Centro Democrático, integrando falangistas de última generación y burócratas del Movimiento, junto a democristianos, liberales e incluso socialdemócratas. Por su parte, franquistas de prestigio forman la Federación de Partidos Alianza Popular, coalición de los grupos fundados por Fraga, López Rodó, Silva Muñoz, Fernández de la Mora, Licinio de la Fuente, Martínez Esteruelas y Thómas de Carranza. El resultado electoral favoreció a UCD, seguida del PSOE, mientras que AP quedó como cuarta fuerza, por detrás del PC.
Tras las elecciones, la evolución de UCD y AP tiende a la convergencia. En 1978 los grupos que formaron la Federación de AP, excepto el de Silva Muñoz, constituyen el Partido Unido de Alianza Popular, y la Federación se amplía con el Partido Liberal de Ibiza y Formentera de Matutes. En 1979 AP propicia Coalición Democrática, plataforma desde la que Fraga pide a Suárez formar “una mayoría natural”, e integrar en AP-CD a los que no quieren “una España roja” ni “rota”.
En 1982 comienza la extinción de UCD. El sector más derechista se integra en AP, a la que se unen partidos como el Demócrata Liberal de Alzaga o la Unión Liberal de Schwartz. Suárez crea el Centro Democrático y Social y la UCD sigue con Calvo Sotelo. Sin embargo, en las elecciones de ese año se produce el gran vuelco: triunfa el PSOE, seguido de la coalición CD-AP, y queda como tercera fuerza UCD, igualada en escaños a CiU; detrás el PNV. El PC desciende a cuatro escaños, y el CDS obtiene dos.
Al año siguiente, de CD-AP surge Coalición Popular, que logra integrar a muchos militantes de UCD. Presidida por Fraga, AP mantiene su identidad, con Verstrynge de segundo, y el exucedista Miguel Herrero como uno de sus ideólogos.
Tras el referéndum de la OTAN, Felipe González convoca elecciones en 1986, y el resultado electoral aclara el panorama: detrás del PSOE, Coalición Popular se confirma como la segunda fuerza, seguida del CDS. Además de la consolidación de los nacionalistas, aparece Izquierda Unida, coalición propiciada por el PC. Ante la mayoría absoluta del PSOE, en AP se plantea un cambio de estrategia, que, tras el fiasco de Hernández Mancha, provoca que en 1989, en el “Congreso de la Refundación”, surja el Partido Popular, y para las elecciones convocadas en octubre, un mes antes, se elige como candidato, a propuesta de Fraga, a José María Aznar. Pese a las premuras, el PP logra mantenerse como segunda fuerza, tras el PSOE; el CDS comenzó a declinar. A partir de 1993 el partido de Suárez se queda sin representación parlamentaria. Volvió a ganar el PSOE, seguido por con un pujante PP que superó el llamado “techo de Fraga”: 159 escaños socialistas por 141 populares; además de IU, con 18 diputados, el resto de los escaños se los repartieron partidos regionalistas.
El camino desde AP hasta el PP quizás había sido lento, pero exitoso. A fines de los ochenta el PP se reforzó con la entrada de pesos pesados de la UCD, como Otero Novas, Martín Villa o Marcelino Oreja, en quien se pensó para dirigir el partido cuando Fraga anunció su “retirada” a Galicia antes de las elecciones europeas de 1989. Los resultados europeos precipitaron el liderazgo de Aznar, que ya a comienzos de los noventa se encontró un partido que reunía a casi todos los sectores de la derecha ideológica y social del estado español, sin contar los partidos nacionalistas y regionalistas, algunos de ellos socios del PP en sus respectivas demarcaciones. Los frutos se recogieron en 1996. El PP, como única fuerza de derecha y centroderecha, ganó las elecciones, aunque sin arrasar como muchos pensaban, obteniendo 156 escaños. Las opciones de izquierda y centroizquierda quedaron por detrás: el PSOE logró 141 e IU obtuvo 21; sin embargo la suma de sus votos superaban en más de dos millones a los del PP. Eran las tres únicas fuerzas con implantación estatal que obtenían representación; el resto, nacionalistas y regionalistas.
En mi opinión, el éxito del PP es haber logrado un partido eficaz, aparentemente homogéneo pese a la disparidad de los antecedentes ideológicos de muchos de sus militantes y disciplinado por la unión de intereses de quienes se acogen a sus siglas.
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