Escribía ayer Yuyu en el primer número del Diario del carnaval de este año sobre los "carajotes" -así los denominaba él- que critican a quienes les gusta el Carnaval y el concurso, a quienes critican las colas para comprar una entrada..., y, aunque a veces he realizado comantarios jocoso/críticos contra las colas -si bien es cierto que más contra las de las pestiñadas, ostionadas y erizadas- no dejo de darle la razón a Yuyu.
Hace años publiqué un artículo titulado "Inconvenietes del Carnaval" en el que en cierta forma trataba el asunto. Venía a decir que cuando, casi cada año, se publican reportajes sobre cómo amanecen las calles de Cádiz después de un sábado fiesta, la suciedad y los malos olores sirven de argumento manido de críticos y, como es natural, encuentra eco en los medios de comunicación. Pero considero que en todo ello hay una contradicción latente, una contradicción que olvida los beneficios que genera el Carnaval para centrarse en los inconvenientes que esos mismos beneficios llevan parejos.
Si por una parte se proclama que el primer sábado de Carnaval la ciudad duplica, y casi triplica, el número de sus habitantes con la llegada de visitantes, hay que asumir sin estridencias ni alboroto lo que ello supone: miles de vehículos buscando aparcamiento, miles de personas comiendo y bebiendo por las calles y generando basura y desperdicios, incluidas las micciones que provocan un olor ciertamente desagradable. Es decir, junto al beneficio para la hostelería y para los cientos de personas que se buscan la vida durante unos días, hay que asumir que la ciudad no puede amanecer como una patena.
Creo que hay que asumir la celebración del Carnaval con todas sus consecuencias. Con los aspectos positivos, en cuanto a celebración única que genera evidentes beneficios para la ciudad y muchos gaditanos que encuentran en ella un recurso temporal para ganarse unos euros; y con los aspectos negativos de la masificación, incomodidades y la generación de basura.
Capítulo aparte están los actos vandálicos, el destrozo de mobiliario urbano, etc., pero habrá que convenir que, aunque aumenten en Carnaval, parecen ya inherentes a una forma incívica de comportarse de muchos individuos, en Carnaval y en cualquier fecha del año.
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