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sábado, 22 de octubre de 2011

Cuando las barbas de tu vecino...

            El nuevo panorama político surgido de las últimas elecciones ha tenido unas consecuencias en política social que a algunos les ha sorprendido por las medidas adoptadas y a casi todos por la intensidad y profundidad de las mismas. En muchas comunidades autónomas se han adoptado medidas que recortan gastos en servicios públicos esenciales como la sanidad y la educación, recortes que se justifican como necesarios ante la crisis, pero que analizados parecen que ven más allá, que hay razones y fundamentos ideológicos para efectuar esos recortes.
            Entre los casos más conocidos, los recortes emprendidos por el gobierno de Esperanza Aguirre en Madrid, denunciado por profesores, alumnos y sindicatos que, con la excusa de un aumento de la jornada lectiva de los docentes, suprime unos 3.000 puestos de profesores, según datos de los sindicatos. También en Castilla-La Mancha, Galicia, Castilla-León, La Rioja, Murcia, Valencia y Navarra las escuelas y la educación en general se verán afectadas por recortes presupuestarios.
            La sanidad pública también se está viendo afectada. Aunque no sea justo, lo de menos es que el Institut Catalá de Salut descuente parte de la paga extra de Navidad a sus trabajadores –los funcionarios están ya acostumbrados a ser los paganos de las crisis-, lo grave es la reducción de prestaciones sanitarias, el cierre de centros de salud y camas hospitalarias, o la desaparición de determinadas ayudas, que es lo que está ocurriendo en Madrid, Galicia, La Rioja, Valencia, Murcia o las Islas Baleares.
            Y, a todo esto, hay quien intenta convencernos de “que ni la educación, ni la sanidad son políticas sociales”, como afirmaba Teófila Martínez en una reciente entrevista, para concluir que el PP “ya ha demostrado hasta la saciedad que ni ha recortado, ni recortará las políticas sociales allá donde gobierna”.
            Parece que al final todo se reduce a una cuestión de conceptos, a una especulación teórica e ideológica para saber qué son políticas sociales. La aportación de Martínez al debate es novedosa. En cualquier manual sobre el asunto encontramos planteamientos comunes muy dispares al suyo. Por ejemplo el economista Daniel Olesker escribe que en la primara línea de las políticas sociales están la salud, la educación, la vivienda, la seguridad social, la luz, el agua, etc. Aunque no es necesario acudir a libros tan complejos, basta mirar la Wikipedia que nos indica que las políticas sociales deben atender, entre otras cosas, a la salud, los servicios sanitarios y la educación. Por eso el debate se debe plantear con la claridad con que lo hace el sociólogo José Adelantado cuando denuncia que los gobernantes que siguen los vientos neoliberales para adelgazar el estado de bienestar “pueden transformar lo que eran derechos (sanidad, educación, pensiones) en mercancías (reduciendo la intensidad protectora y desregulando el servicio público)”. Y eso es lo que hay que pensar.
Publicado en Diario de Cádiz, 22 de octubre de 2011

2 comentarios:

  1. Es la tradición de este partido neoliberal y centrista. Ya en la primera legislatura del inigualable Aznar (Ánsar pa los amiguetes), congeló durante dos años el sueldo de los funcionarios nacionales, privatizó los activos estatales, subió el 200% los impuestos sobre tabaco y alcohol, y lo más relevante, intentó por todo los medios la privatización de sanidad y jubilación, fomentando la creación y potenciación de las mutuas y seguros. Tan fue así, que le faltó un cuplé para cargarse lo que el facistoide Girón de Velasco había fundado en los 40.
    Y de esos polvos, vienen estos lodos.
    Fueraparte, la alcalda confunde con facilidad pasmosa velocidad y tocino, siendo para ella Kafka el verbo en la manida frase: "Por mí como si te la "kafkas"". A sabiendas, por supuesto.

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  2. Pero Zapatero ha tenido tantas indecisiones, ha sonreído demasiado, ha pecado de bobalicón, y la fobia de la derecha más recalcitrante, la que se inquieta más por los pecados cristianos que por la pobreza, no se lo perdona. Aznar no pecaba, ni Rajoy peca. Y tenemos en estos años la jerarquía eclesiástica más cavernícola de las tres últimas décadas.

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